sábado, 14 de febrero de 2009
Autorretrato de una cámara con paisaje ferroviario de fondo.
viernes, 13 de febrero de 2009
Retorno a la biblioteca.

En fin, pienso que el vientre de mi madre fue en realidad una biblioteca.
martes, 10 de febrero de 2009
Desde las vísceras.

Si quieres escuchar la tierra escucha a Camarón. Si quieres saber qué te dicen los muertos, cómo suena el aire, el agua, el Sol, la sal, los senderos milenarios, el polvo adherido a las pisadas del camino ponte "Canastera" a toda virolla y teletranspórtate.
Si quieres huir del mundo de simulacro en el que sueles desenvolverte enchúfate a "Como el agua" y déjate llevar. Al margen de su genialidad técnica la voz de Camarón es una voz de auténtico muecín, lleno de mapas, de pieles de leopardo, de sabana sofocante, de ira y de aceite. La complejidad de las canciones que interpretaba era tal que muy pocos se atrevían a ejecutarlas, y además lo hacía innovando porque para muchos Camarón sigue siendo un auténtico hereje del género porque lo reiventó desde dentro como un Picasso del flamenco.
Todo está en ese chorro inacabable que expresa como nada en este mundo el dolor, la rabia, el miedo, la pena, siempre la pena y el orgullo de haber nacido gitano, y de ser capaz de hacer algo que nadie más en el mundo es capaz de hacer. Cuando escuchas a Camarón todo se para, te engulle el agujero bestial, magnético que surca sus labios de nacar.
martes, 3 de febrero de 2009
Corazón de plástico.

El diseñador alemán Hans Beck, inventor y "padre" de los muñequitos de plástico Clicks de Playmobil, murió el pasado 30 de enero a los 79 años de edad. Beck ha vendido 2.200 millones de ejemplares desde que se inició su producción en serie en 1972. Falleció tras una larga enfermedad en su casa a orillas del lago de Constanza.
¿Cuántos niños que hoy tienen veinte, treinta e incluso cuareintaitantos le deben tardes y tardes de entreteniento en todo el mundo? Recuerdo perfectamente mis clicks a los que recogía cada vez que terminaba de jugar en su "casa", un cubo de Ariel vacío que me había forrado primorosamente con un papel de regalo de círculos amarillos sobre fondo azul.
Abrir ese cubo (parece que esté oliendo a cartón y al detergente cuyos restos habían quedado en el fondo del recipiente) era empezar a imaginar miles de historias en el lejano Oeste donde recreaba uno de los duelos decisivos del sheriff con uno de los cuatreros más peligrosos, en la ciudad donde unos heroicos bomberos salvaban a un montón de personas que saltaban al vacío huyendo de un fuego debastador, en el proceloso mar donde el navío de Su majestad resistía el embate de los piratas más sanguinarios del Caribe, o en un enigmático safari donde un valiente cazador se enfrentaba con éxito a peligrosos leones, a cebras y a letales tigres...
La genialidad de ese juego consistía en ofrecer un arranque material al niño sin limitar su libertad a la hora de desarrollar las historias que éste quisiera. La imaginación era el complemento indispensable del juguete, lo que de verdad lo hácía único porque se constituían como verdaderos personajes de una trama que tenía que aportar el que los utilizaba. Y ahí es donde residía la gracia del asunto. No en lo que era el muñequito sino en lo que se podía hacer con él.
Recuerdo que en mi cole había dos bandos "enfrentados" que encerraban dos filosofías completas e irreductibles entre sí: los "apóstoles" de los clicks por un lado frente a los fanáticos de los madelman que se las daban de rudos, fuertes, arriesgados, verdaderos tios, frente a los "delicados", timoratos y un tanto finolis seguidores de Playmobil, entre los que desde luego me incluía. Luego inventé una especie de "tercera vía" creando situaciones en las que cada "bando" podía mantener su rol pero compartiendo el hilo conductor de una trama común aceptada por todos. Finalmente David se imponía a Goliat que incluso acababa consentiendo en "portear" a varios de nuestros clicks que le hacían de consejero, guía o, como diríamos hoy en día, asesor. Desde ese día nos miraron de otra forma.
Sin darse cuenta y al unísono, el pasado 30 de enero hizo "click" el corazón de plástico de dos mil doscientos millones de niños grandes de todo el mundo.
sábado, 31 de enero de 2009
Retratos desde un monopatín.

Observo el extraordinario trabajo fotográfico de Vicente Sahuc sobre New York que incluyo para ustedes en este post, y que está arrasando en internet. Técnicamente es un portento por combinar medios muy avanzados por ejemplo una cámara Casio EX-F1 a 300 fps y editado a 24 fps., estabilizando la cámara con un Steadicam Merlin, con otros tan convencionales como un monopatín. Lo interesante es que este autor realiza fotografías seguidas para luego montarlas y filtrarlas dando como resultado un juego de velocidades y calidades realmente curiosas e impactantes
Sahuc ralentiza la imagen que toma aplicando la técnica de Slow motion haciendo más evidente la loca velocidad a la que giran las ciudades y sus habitantes de hoy en día, y de entre ellas, y sobre todo, la ciudad que nunca duerme. En cierto modo se ríe de nuestro modo de vivir, congelando nuestros desmedidos movimientos cruzando una calle, leyendo un periódico o paseando al perro. El fotógrafo se transforma en antropólogo y va más alla del registro fiel de una imagen para agregar su interpretación personal a velocida de monopatín.
Además a este fotógrafo le acompaña una destacada capacidad para acompañar sus trabajo de la música adecuada. Aquella que complementa con mensajes sonoros los que están viendo nuestros ojos y que no puede decirse con imágenes, tan sólo sugerirnos sensaciones. Esto exactamente es lo que ocurre con otro de los vídeos suyos que puede encontrarse en la red sobre Almería para el que ha elegido el tema The Host Of Seraphim del siempre impactante grupo Dead Can Dance.
jueves, 29 de enero de 2009
Pensamiento mágico.

Observo con cierto estupor una nueva publicidad que ha puesto en marcha Toyota para anunciar su nuevo modelo de coche Avensis. Se le lanza al ciudadano una pregunta aparentemente inocente "¿Eres uno más?". Pero cuando se demenuza un poco la intención con la que está formulada, las cosas ya no son ni tan inocentes ni tan triviales.
Evidentemente lo que espera que responda el que ve el anuncio es: "No, no soy uno más". Y ahí es donde se activa la trampa subliminal. Muy bien, parecen querernos decir, si no quieres ser uno más, lo que tienes que hacer es comprarte un Avensis, porque ESO, justamente ESO es lo que va hacerte diferente del resto. Es decir el coche contiene de forma inmanente las propiedades para cambiarte. No lo que tú hagas, digas, o pienses, no. Es la cosa la que te transforma por arte de magia en un ser distinto a los demás (y por tanto mejor). Ese es el mensaje que está encerrado en las tripas del anuncio porque habría otras posibilidades, por ejemplo que ser diferente fuera socialmente considerado como algo malo o peor (algo que ocurre también en otros muchos casos), en cuyo caso el reclamo no funcionaría.
Así que fijense en la cantidad de pasos que se están dando dentro de un mensaje sin que apenas nos demos cuenta porque, en suma, parte de una "inofensiva" publicidad que encontramos el cualquier valla publicitaria de nuestra ciudad: lo diferente es sinónimo de ser mejor, mejor que los demás, porque sólo los que son los mejores tienen la capacidad de darse cuenta de que este coche va a hacerlos todavía mejores que el resto. Y no dudo de la excelente calidad del producto, pero entre dar a conocer eso, que es muy legítimo, y lanzar un mensaje tan perverso hay un mundo, que quieren que les diga.
Esta sociedad se parece cada vez más a aquellas otras del pasado que se basaban en un pensamiento mágico, esto es que atribuían cualidades misteriosas a objetos (una piedra, una fuente, una montaña, un muro, un animal) desde los que emanaba un poder inexplicable para el común de los mortales y que permitía a los oráculos avanzar el futuro, a los generales ganar batallas y a los reyes conquistar territorios y cuidar de su pueblo. Ahora que tenemos las universidades y la teoría de la relatividad, los quásares y el ADN, internet y el Hubble, seguimos comprando cohes y "motos" para poder creernos superiores sabiéndo, de antemano, que no lo hemos podido ser por nuestros propios medios.
martes, 27 de enero de 2009
Colosal hallazgo

domingo, 25 de enero de 2009
Tocqueville en el asiento de atrás.


"La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo."
Abraham Lincoln
Que en 50 años (más o menos dos generaciones) las leyes que prohibían expresamente a los negros el acceso a lugares públicos en condiciones de igualdad respecto a los blancos, se hayan trasnformado de tal forma que el que ahora va a poner en marcha las leyes que van a regir los destinos de todo el páis, sea negro, dice mucho de ese país y de su capacidad de transformarse de manera profunda y pacífica. No deja de dar cierta envidia esa salud democrática que permite hacer posible lo que tan solo hace medio siglo era ya no sólo inviable sino impensable. Y sin embargo...
Tras todo ésto naturlamente hay una sociedad civil de unas determinadas características cada uno de cuyos miembros creen precisamente en eso, en que todo es posible, en que un senador con poca experienia por el estado de Illinois, un chico que hizo un buen discurso en la Convención demócrata de la nominación de John Kerry, utilizando exclusivamente internet, y su talento como organizador y comunicador, puede llegar tan lejos como quiera, tan lejos como la presidencia del país. Estoy seguro que Obama es puro reflejo del americano medio que asume esta cultura hasta las cachas. Es un espejo, un crisol en el que se reconocen millones de personas, y por tanto se identifican con lo que él "es" y con lo que dice. Un humus vital plagado de guiños en el que un gran número de electores se han visto reflejados en un momento preciso de su periplo vital, de sus biografías. Sintetizar algo así en un personaje público es lo difícil. Que coincidan en el tiempo y en el espacio la figura carismática y el poso social que demanda nuevos tiempos, es lo extraordinario. Es lo que ocurrió el 4 de noviembre del año pasado cuando Obama recibió 69,456,897 de votos.
jueves, 22 de enero de 2009
Tañidos de campana.

Para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, es difícil concebirlo pero vale la pena hacer el esfuerzo. Imaginemos un mundo en el que existe el silencio total, un silencio ni siquiera interrumpido por un ladrido, por el viento o por el trinar de los pájaros. Y un mundo donde existía la oscuridad, la oscuridad absoluta, póbremente neutralizada por los destellos de algún fuego en el hogar de cada casa. Silencio total y oscuridad absoluta; mezcla explosiva.
En medio de ese escenario el único sonido verdaderamente comunitario era el de la campana. Por varias razones. Con el toque de campana arrancaba y acababa la jornada de trabajo, por supuesto era el "reloj sonoro" de la cultura medieval occidental. Pero también se constituía en el aviso acústico de las principales etapas en la vida de cualquiera: su nacimiento, su matrimonio, el bautizo de sus hijos, y por fin, su muerte. Nada hay más hondo y estremecedor que un dilatado toque de difuntos al atardecer.
El tañido de la campana era además un seguro de vida para la comunidad: escucharla a una determinada velocidad era sinónimo de peligro próximo frente al que había que reaccionar rápidamente. O una forma de movilizar al grupo para ayudar a alguno de sus miembros que se había accidentado o se encontraba enfermo. Una auténtica cadena de solidaridad basada en el sonido y que llegaba todo lo que de sí daba el radio de acción del mismo (que normalmente era mucho ya que la fuente del mismo se situaba en un alto edificio o campanario).
Y, por supuesto, era instrumento de expresión de júbilo y consideración ante la llegada de personalides, de Príncipes o cuando el poblado vivía un momento importante de su historia (por ejemplo la concesión por parte del Rey de las cartas pueblas que la constituían en villa), o ante la inminente visita de un predicador o una reliquia. También en el día grande de semana, el domingo.
Así que la próxima vez que vea una campana pensaré que estoy ante algo que ha regulado el tiempo de millones de personas durante siglos, que ha salvado a otros tantos, que ha sido testigo y ha avisado de innumerables nacimientos y muertes, y que lo ha hecho sin fallar un sólo día de un solo mes de un solo año de un sólo siglo, generación tras generación. ¿Qué reloj atómico podría vanagloriarse de conseguir algo parecido?
For sentimental reasons.

sábado, 17 de enero de 2009
Yo lo vi primero.


jueves, 15 de enero de 2009
Las 100 primeras.

miércoles, 14 de enero de 2009
Hacia la imagen total.

martes, 13 de enero de 2009
Re(v/b)elando al personaje.

domingo, 11 de enero de 2009
Más es menos.


sábado, 10 de enero de 2009
Menos es más.

jueves, 8 de enero de 2009
Escrituras en peligro de extinción.

De repente, y de forma un tanto sobresaltada, reparo en que una de las técnicas o habilidades básicas para ser considerado socialmente un alfabeto y que aprendí trabajosamente en la escuela - escribir a mano - se ve amenzada por un mundo completo de tecnologías en el que la tecla le gana terreno claramente al lápiz o al bolígrafo. A estos últimos tan sólo les queda los reductos de la firma personal que auténtifica un documento (mirando de reojo a la firma digital que le sigue muy de cerca), cumplimentar algunos formularios (cada vez menos), hacer la quiniela o la bonolato (cada vez menos), tomar apuntes rápidos que tratan de capturar al vuelo un dato preciso y precioso que se nos escapa y necesitamos recordar y... poco más . Incierto futuro ara los péritos grafómanos, reliquias casi ya del pasado.
A modo casi de esquela y en un tono un tanto funerario, leo una noticia relacionada con esta pérdida progresiva pero inexorable: Miguel Vicente, un valenciano de 71 años cierra el negocio de reparación de estilográficas ubicado en la Calle Periodista Azzati tras casi 60 años de oficio. Un oficio aprendido directmanete de su padre y para el que no ha encontrado continuador. El de Miguel es casi el último taller de este tipo que queda prácticamente en España (en Barcelona y en Madrid aún puede encontrarse alguno) y con él muere toda una concepción de entender la escritura. Una escritura que comportaba tachar, borrar, corregir, dejar trazas en suma de tinta o grafito, que con los nuevos sistemas se convierten en un blanco frío, indefinido y neutro perpetuamente renovado en nuestras pantallas de ordenador. Borrón y línea nueva.
Pero otra noticia me devuelve la esperanza. Un joven físico también valenciano cuyo trabajo está siendo muy notorio en el MIT, Pablo Jarillo-Herrero ha descubierto un nanomaterial revolucionario, el grafeno, con propiedades asombrosas a la hora de transmitir energía (lo hace con una mayor eficiencia que otros materiales "3D") o información (al hacerlo empleando electrones). No sé si somos concientes de las dimensiones de las que estamos hablando. Se trata de tubos 10.000 veces más pequeños que un cabello cualquiera de nuestra cabeza. Estilográficas invisibles. Se piensa en él como candidato seguro a la hora de sustituir a medio plazo al silicio con el que están hecho la mayoría de nuestros ordenadores agobiandos por la inexorable Ley de Moore.
Y ¿saben ustedes de dónde sale el grafeno? pues del grafito, es decir de la mina de cualquiera de los lápices que tenemos en nuestra mesa de trabajo. Por tanto lo antiguo alumbra lo nuevo con una naturalidad pasmosa. ¡Y estaba ahí! Justo a nuestro lado, siguiendo una existencia humilde que pasa desapercibida. No ha hecho falta pues ir a Marte ni bajar a las Marianas para poder seguir escribiendo, para poder encontrar algo mejor, más rápido que nos permita seguir registrando nuestras palabras y pensamientos que se lleva el viento. Toda una lección que sin duda le debe hacer mucha gracia a gente como Miguel Vicente. Seguro que al conocerla sonreiría con ironía pensando "Si ya os lo decía yo".
De regalo les dejo el link con el vídeo de la reciente entrevista que le hacían recientemente a Pablo Jarillo en el programa Tecnópolis. Que lo disfruten.
http://blogtecnopolis.wordpress.com/
domingo, 4 de enero de 2009
Ciberresponsabilidad.

"La libertad no sólo significa que seamos libres para elegir; también significa que debemos aceptar las consecuencias de nuestra conducta." F. Hayek
"La libertad no es el poder de hacer lo que queremos, sino el derecho de ser capaces de hacer lo que debemos." Lord Acton
Crear este blog desde el que escribo habitualmente me costó cero euros y cinco minutos de mi tiempo. En otras partes del mundo hacer algo idéntico (en China, en Irán, en Cuba, en Riad) te puede costar la carcel, e incluso la vida. Un solo click para poder acceder en tiempo real y potencialmente a 7,7 millones de personas. Eso es la tecnología, la buena tecnología. Mínimo coste, máxima facilidad en el uso, máximas posibilidades.
Hablamos pues de algo muy serio. Algo que no se suele tomar en cuenta muy a menudo y que sin embargo es de capital importancia porque implica una cuestión de libertad pura y dura. A veces lo aparentemente más tribial, lo más inmediato y sencillo encierra un diferencial de tratamientos y consecuencias extraordinario.
Según las estadísticas cada día se crean en el mundo ¡700.000 blogs!, es decir más o menos uno cada segundo. Está lógicamente por ver la "vida media" de cada uno de ellos. Pero ya el hecho de que se creen, la posibilidad de poder hacerlo, es significativo. Gracias a blogs de todo el mundo se consiguió que las autoridades de Arabia Saudita cedieran levantaran el bloqueo que había ejercido sobre más de 400.000 webs poco afines. Y gracias a un servidor llamado anonymizer.com impulsado por la Electronic Frontier Foundation los kosovares pudieron emitir vía internet desde la B92, emisora yugoslava de oposición a Milosevic, algo que fue clave para que la comunidad internacional supiera que es lo que estaba pasando allí realmente. Algunos gobiernos le temen más a los blogs que a las urnas. Ojo, también Al-Qaeda ha aprendido la lección y domina el ciberterrorismo a escala global como herramienta de amedrentamiento civil. De los pedrastas no hace falta ni hablar.
Recientemente Javier Marías equiparaba internet y los blogs a una "...inmensa taberna que le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible". Señalaba el déficit de calidad de contenidos y la vacuidad de lo que había encontrado, lo cual también es cierto, pero sólo en parte, depende de los blogs que en su ciberpaseo viera Marías. Hay periódicos míticos como el Washington Post, el Herald Tribune, o The Times que están sustituyendo a marchas forzadas sus fuentes de información tradicionales por la que les suministran determinados blogs de referencia que se han convertido en una especie de brújula de conocimiento en la economía, la política, el deporte o la cultura. Porque además buena parte de esa propia información ya se genera en la propia red y por tanto surge de la propia herramienta que sirve para hablar de sí misma (hay que analizar con calma por ejemplo la cibercampaña que ha hecho Obama cuyos resultados están ahí). Y esto es algo imparable.
Hacer sinónimo blog de calidad y libertad y no de trivialidad, zafiedad y cortedad de miras, depende pues de nosotros mismos, de lo que hagamos con esa herramienta cada día, en cada post. El potencial de comunicación será el mismo en ambos casos; inmenso, universal, algo que ocurre por primera vez en la historia, el resultado, algo completamente distinto. Estamos por tanto ante una cuestión de responsabilidad individual, más propiamente de ciberrresponsabilidad.
En ese sentido hago mías las recomendaciones que dan dos de los gurus de la blogosfera de mayor renombre, Tim O'Reilly y Jimmy Wales (éste último creador de la controvertida Wikipedia). Ellos hablan de un cierto código de conducta asumido por adhesión, de forma espontánea, sin necesidad de imponer sistemas regulatorios con poder coercitivo. Se trataría según dicho código de prescindir del insulto personal, la manipulación de fotografías, la amenaza, el libelo, la infracción en materia de derechos de autor, la responsabilidad de la autoría, el respeto a la confidencialidad y a la vida privada, en suma, no decir on-line nada que no diríamos en persona y de vivia voz. No todo vale (aunque algunos ppiensen lo contrario), tampoco en el gran bazar virtual de internet. Tampoco es necesario que venga alguien a decírnoslo o a recordárnoslo. Sobre todo si por hacerlo se le paga o por si por hacerlo nos multa.
sábado, 3 de enero de 2009
Una postal desde Zbaszyn.

Cuidado. Los objetos más cotidianos e inocentes pueden encerrar terribles historias. Una postal, un periódico, un billete de metro pueden ser el preludio del genocidio de todo un pueblo.
Un 26 de octubre de 1938 una atemorizada joven de 23 años escribe en la estación fronteriza polaca de Zbaszyn, sobre una maleta improvisada a manera de escritorio, una postal con un mensaje de auxilio "...Nadie nos dijo lo que ocurría, pero comprendimos que era el fin. No tenemos ni un céntimo, ¿Podrías enviarnos algo?". El destinatario de la misiva es su hermano Herschel, de 17 años, que reside en París iniciando su proceso de formación inmediatamente previo a su entrada en la prestigiosa Universidad de La Sorbonne. Pretende cursar estudios de Derecho sobre todo tras el amenzante provenir que dibuja el nacionalsocialismo rampante en el poder desde el 30 de enero de 1933. El joven no ha encajado en una capital que revienta por los cuatro costados y que prometía un sosiego que no ha llegado. Se trata de alguien inquieto por carácter, astuto, frío en el caso de que haga falta serlo, un tanto arrogante, con un profundo sentido del deber y el compromiso para con los suyos. El deber llevado hasta el extremo en la defensa de lo propio (quizá su familia, su identidad herida).
Berta y Herschel son hijos del matrimonio Grynszpan, un sólida pareja cuyos orígenes son los de una vieja dinastía industrial del Este de Europa, que lleva residiendo en Hannover desde hace 26 años. Llevan una semana viviendo en una estación desvencijada de provincias junto con 7.000 compatriotas que malviven esperando que el gobierno de Polonia autorice su acceso al país. Son las primeras víctimas de la orden dictada por Hitler el 18 de octubre por la que más de 12.000 judíos iban a ser expulsados de Alemania.Días terribles en los que los Grynszpan malviven en uno de los establos que se ha habilitado provisionalmente para contener la marea humana que durante esos días anega distintas localidades fronterizas del este de Alemania. Fríos suelos de piedra, charcos cenagosos, nieve, privación, rumores, rostros sombríos empujados por la Gestapo...
En la postal que envía Berta a la desesperada se concentra uno de los momentos clave de la historia europea. En ella, por ella se desencadenarán una serie de acciones y acontecimientos que conducirían finalmente a uno de los progromos más virulentos e implacables de la historia contemporánea; la calificada por los propios protagonistas -un tanto irónicamente- como Kristallnacht, la noche de los cristales rotos, en la que murieron 91 judíos, se quemaron más de 1.000 sinagogas en toda Alemania y se encarcelaron 20.000 personas que fueron ingresadas en campos de concentración.
La postal la recibe Herschel el 3 de noviembre y desde ese momento entra en una espiral desesperada en la que se encadenan causas y efectos de forma fatal. Al día siguiente lee una noticia sobre las deportaciones que se estaban produciendo en unó de los periódicos yiddish que se editan en París. La noticia abundaba sobre detalles de todo tipo referidos al estado de confusión en el que se encontraban los deportados, algunos de los cuales habían llegado a extraviar la razón o a suicidarse. Dos días después, compra una pistola en el mercado negro y la carga con cinco balas. El día 7 viaja en metro a la embajada alemana. Su idea es matar al embajador. Al franquear la puerta le dice al portero que tiene unos importantes documentos que hacer llegar al embajador. Éste le acompaña al despacho del tercer secretario de la embajada, Ernst Vom Rath, a quien nada más ver le descerraja tres tiros. Vom Rath queda mal herido. Morirá poco después en una de las clínicas cercanas a la embajada donde lo han ingresado de urgencia, pese a los cuidados propiciados por el mismísimo médico personal del Fhürer que se ha desplazado hasta París por órdenes directas de Hitler.
¿Qué hubiera pasado si esa postal no hubiera llegado nunca? ¿O si se hubiese retrasado en la entrega hasta que Herschel iniciara su curso académico? ¿Si el reportaje sobre los judios de las fronteras no hubiera llegado a publicarse jamás por considerarlo excesivamente sensacionalista el redactor jefe de la revista? ¿Si Herschel no hubiera encontrado un vendedor de armas poco escrupuloso y dispuesto a ganar dinero fácil en el París canalla y desprecoupado -todo luz y todo sombra- de la preguerra? ¿Si hubiera acusado un resfriado provocado por la no muy cuidada alimentación en un otoño crudo? ¿Si el metro hubiera sufrido algún percance o una atractiva dama hubiera cautivado al apuesto joven? ¿Si los guardias apostados a la entrada de la embajada hubieran realizado más concienzudamente su trabajo? ¿Todo es azar? ¿Qué es lo que hilvana la aparente fluidez de un acontecimiento hasta darle una forma determinada y precisa, la forma que llega hasta nosotros en forma de dato, de fecha, de acontecimiento?
Cualquier cadena de hechos, hechos como los del malogrado Herschel, resulta muy sólida pero ampliada se deshilacha entre los dedos, se disuelve y dispersa en todas direcciones, incontenible con sus ondas expansivas que llegan hasta nosotros envueltas en el celofán de las crónicas y los libros de historia. Pasó lo que pasó, pero ¿Por qué? Solo quedan los objetos, testigos mudos de la atrocidad a la que es capaz de llegar el ser humano.
viernes, 2 de enero de 2009
Náufragos en la Corte.

Hablando de lugares "densos" desde el punto de vista creativo hay uno especial del que me gustaría hablar en este post; la Corte. Si en Geografía literariar relacionaba espacio y literatura, la Corte permite hacerlo con la música.
Intuyo todo lo que oculta la expresión "Músico de Corte" o, con menos vuelos, "Músico de Cámara", y un cierto escalofrío me recorre el cuerpo. A qué tipo de dificultades magníficas, además de las propias de su oficio, tenía que enfrentarse un músico que quería "hacer carrera" en la Corte (por aquella época -estoy hablando de los siglos XVI, XVII o XVIII-, ser músico era un oficio honorable, pero un oficio al fin y al cabo por el que se pagaba como el que paga por un par de zapatos o una pularda bien guisada) .