domingo, 11 de enero de 2009

Más es menos.






A beneficio de saldo:
Subir la voz creyendo que así se te escucharán mejor. Un golpe de erudición sobre algo que todo el mundo había entendido desde un principio. Continuar golpeando la cabeza de un clavo cuando este se ha hundido ya en la madera. Creer que controlas tu día con agendas y números de teléfono. Optar por un chiste hiriente en lugar de por un chiste. Pagar por un plato que no se prueba, tan sólo se ve. Más es menos.
Repartir tres tarjetas de visita antes de hablar. Un día de Reyes en el que quedan mucho regalos por abrir. El estilo Luis XV. Un trastero vacío. Un coche aparcado en un garaje porque el dueño no tiene dinero para gasolina. Dejar de acudir a una cita para acudir a otra sin excusar tu ausencia de la primera. Una ciudad con mil bombillas más de las necesarias. Un estuche con dos gomas de borrar. Más es menos.
Escribir una página más de los necesario. Terminar el primero una cosa. Beber sin ton ni son. Prolongar las horas de sueño como si se tratara de una goma infinita. Repasar un botón a punto de caerse hasta pretender fijarlo como si se tratara de un fósil. Una inundación seguida de una sequía. Todos los libros que trituran como pasta de papel cada año la mayoría de las editoriales españolas. Una pluma estilográfica de 250.000 euros. Padres de familia, maridos, amantes que son sombras ridículas de lo que un día prometieron ser. Un convite en el que nadie puede hablar con nadie porque nadie se conoce. El tiempo y el espacio. La rueca que nunca para. Las rebajas travestidas de oportunidades. Más, casi siempre, es definitvamente menos.




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