domingo, 25 de enero de 2009

Tocqueville en el asiento de atrás.
















"La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo."
Abraham Lincoln

Comparen estas dos fotos. Entre ellas han pasado exactamente 50 añ0s. Las dos ocurren en los Estados Unidos, la que está en blanco y negro en New Orleans, la que está en color en Washington. Cuando Robert Frank tomó la fotografía del troley faltaban dos años para que naciera Obama. Es posible que algunos de personajes que se asomaban a las ventanillas estén vivos hoy en día (sobre todo los niños) y por tanto hayan podido presenciar la ceremonia de investidura del 44 Presidente de los Estados Unidos; Barack Hussein Obama, un miembro de una comunidad racial de la que algunos de sus representantes también aparecían sentados en los asientos de detrás del autobús (como obligaban las leyes de la época) mirando a la cámara curiósamente.

Que en 50 años (más o menos dos generaciones) las leyes que prohibían expresamente a los negros el acceso a lugares públicos en condiciones de igualdad respecto a los blancos, se hayan trasnformado de tal forma que el que ahora va a poner en marcha las leyes que van a regir los destinos de todo el páis, sea negro, dice mucho de ese país y de su capacidad de transformarse de manera profunda y pacífica. No deja de dar cierta envidia esa salud democrática que permite hacer posible lo que tan solo hace medio siglo era ya no sólo inviable sino impensable. Y sin embargo...

Tras todo ésto naturlamente hay una sociedad civil de unas determinadas características cada uno de cuyos miembros creen precisamente en eso, en que todo es posible, en que un senador con poca experienia por el estado de Illinois, un chico que hizo un buen discurso en la Convención demócrata de la nominación de John Kerry, utilizando exclusivamente internet, y su talento como organizador y comunicador, puede llegar tan lejos como quiera, tan lejos como la presidencia del país. Estoy seguro que Obama es puro reflejo del americano medio que asume esta cultura hasta las cachas. Es un espejo, un crisol en el que se reconocen millones de personas, y por tanto se identifican con lo que él "es" y con lo que dice. Un humus vital plagado de guiños en el que un gran número de electores se han visto reflejados en un momento preciso de su periplo vital, de sus biografías. Sintetizar algo así en un personaje público es lo difícil. Que coincidan en el tiempo y en el espacio la figura carismática y el poso social que demanda nuevos tiempos, es lo extraordinario. Es lo que ocurrió el 4 de noviembre del año pasado cuando Obama recibió 69,456,897 de votos.


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