miércoles, 31 de diciembre de 2008

Geografía literaria.



Este último día del año es propenso a hablar de lugares, pero de unos lugares especiales; lugares literarios. Espacios "cargados" de densidad literaria, con un cierto magnetismo un tanto inexplicable.

Se me ocurren multitud de ellos; un faro (rememorando alguno de los relatos de Vilá Matas u otros iniciales de Ruiz Zafón, o de Piñol), una estación semiabandonada (recuerdo el maravilloso metarelato de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero), una biblioteca de una localidad de provincias, una gasolinera perdida, un carretera solitaria que atraviesa un paisaje desértico infinito (pierso en Thelma y Louise), un motel de tres al cuarto (pienso en Psicosis), un hotel anónimo próximo a un gran aeropuerto, la sucursal de un barrio de clase media en una pequeña ciudad al oeste de una gran Estado, un poblacho indio inexistente en los mapas reales (la maravillosa y reciente novela Tigre blanco o más alejada en el tiempo Hijos de la media noche),un cine a punto de ser cerrado con más de 50 años a sus espaldas (Amarcord o Cinema Paraíso), el consejo de administración de una gran multinacional en la sesión en la que va a dar cuenta de su disolución (pienso en El gran salto de los Cohen), el Oxford de Javier Marías, y podríamos seguir y seguir.

Y reparo en que muchos de los libros que he leído o de las películas que he visto toman como punto de partida esos lugares. Parece que éstos "empujen" sus historias, primero porque les aporta verosimilitud, pero también porque son ámbitos especialmente dados a la creación.

Pero, ¿por qué lo son? ¿Porque "condensan" muchas historias posibles y creíbles a priori?, ¿Porque muchos creadores antes han puesto sus ojos en ellos y han acabado transformándolos en objeto literario?, ¿Porque el propio espacio elegido se conforma en la "realidad" de personajes, pasados, datos que ofrecen una materia prima de primera con la que fabular? Sinceramente, no lo se. Lo único que sé es que cuando pienso en alguno de estos lugares que he citado y en algunos otros siento como una especie de topetazo mental, de señal de aviso que proviene de una callada multitud que susurra y pugna por salir al papel para contarse, desarrollarse, extenderse respecto de lo que les ocurrió.

Esta geografía literaria es fascinante por cuanto plantea de un forma completamente original la relación entre coordenadas físicas y creación literaria. Lo hace de una forma brillante Franco Moretti en un delicioso texto que lleva por título Atlas de la novela europea en la que compara el espacio que surge de la mente de algunos grandes escritores con los mapas reales del momento; esto es, realiza una auténtica cartografía de la creatividad literaria del momento, siendo sorprendente el resultado: una breve historia de la novela europea en cien mapas geográficos, donde se ve cómo era la Inglaterra de Jane Austen y cuán diferente era de la España de la picaresca, o de la Francia de la Comedia humana;de Moliere; donde se descubren los confines invisibles del París de Balzac o del Londres de Dickens (y el pacto secreto entre Sherlock Holmes y Jack el Destripador).Y donde, en fin, se sigue la difusión europea de Don Quijote, de Los Buddenbrook, de los bestseller ingleses y franceses.

Como niño con zapatos nuevos redacto este nuevo post desde un nuevo portátil que me han dejado de forma un tanto antizipada los siempre amables y generosos Reyes de Oriente, un lugar por cierto también "denso" en lo literario.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Josp Pla en mi retrovisor.











Pla, siempre Pla, y después otra vez Pla. Este Midas literario convertía todo lo que tocaba en literatura. De él aprendí que no se necesitan grandes temas para conseguir hacer gran literatura. En él por primera vez (luego lo vería en otras autoras como Natalia Ginzburg) ví como una receta o una excursión, o la descripción de un paisaje desde la ventana de tu cuarto, o un simple paseo en moto puede transformarse en una verdadera una joya narrativa. El don de exprimir al máximo lo cotidiano y hacerlo aforismo, libro, entrada de su Diario personal o artículo límpido, lo poseía hasta la maestría. Con Pla leí una obra en la que describe un sencillo viaje en autobús como si se tratara del viaje que hizo el Apolo XI a la Luna.

Pla tiene un sentido común apabullante. Lo anega todo porque escribía como vivía, y vivía como pensaba. Un verdadero baluarte frente a la nadería y la sinrazón que le toco vivir, y que por desgracia sigue acompañándonos. Se cargó definitivamente el divismo decimonónico que habían conformado las grades plumas del Olimpo literario; los Zola, Stendhal, Tolstoi, Victor Hugo y compañía. La imagen misma de escritor maldito y sublime. Pla era un pallés de un masía en Llofriu, que con su boina y su colilla hecha con tabaco de picadura selecta en la boca, lo indagaba todo con sus ojos de felino feliz y socarrón. Y que justamente por eso, gracias a eso era un genio de la palabra. A Pla le aterrorizaban los cataclismos de todo tipo, los literarios y los otros. Para él el orden natural pasaba por la estabilidad de la moneda y tener las escrituras de propiedad lo más cerca de él, a ser posible en el cajón de la cómoda. Es célebre la anécdota en la que le pregunta a un joven anarquista que fue a visitarlo a su masía: "Oiga, la naturaleza está llena de terremotos, de tempestades e inundaciones y encima de tanto cataclismo ¿además quiere usted hacer la revolución?".

Releo estos días la entrada que hace Pla el día 23 de diciembre de 1918 (justamente hace 90 años) en su Cuaderno gris, comentando un tanto pesimista su estado de ánimo frente a todo lo que le rodea: "... És objectivament desagradable no sentir cap il·lusió –ni la il·lusió de les dones, ni la dels diners, ni la d’arribar a ésser alguna cosa en la vida–, només de sentir aquesta secreta i diabòlica mania d’escriure (amb tan poc resultat), a la qual ho sacrifico tot, a la qual probablement ho sacrificaré tot en la vida. Em demano: ¿què és preferible: un passament mediocre, alegroi i conformat, o una obsessió com aquesta, apassionada, tensa, obsessionant?". Es el Pla joven, a punto de concluir unos estudios de Derecho que no le interesan demasiado, que quema tarde tras tarde en las tertulias literarias del Ateneo de Barcelona. Un Pla en ciernes de iniciar su andadura periodística que le llevaría por media Europa, la de entreguerras, dejándonos algunos de los artículos periodísticos más lúcidos a la hora de comprender el ascenso del fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán o la Guerra Civil española (ahí están sus crónicas periodísticas para La Publicidad o más tarde para La Vanguardia, todavía hoy no igualadas por historiadores).

Recomiendo pues la lectura de Pla como antídoto para curarnos del snobismo, la pedantería y la vacuidad de tanto charlatán en nómina que encontramos en las numerosas tertulias que hoy nos salen al paso. Nunca pierdo de vista su mala leche cargada de sensatez, su naturalidad ensimismada, su zigzageante humo desde mi retrovisor. Como pequeño homenaje he decidido agregar a mi blog el link de la fastástica versión digital que ha hecho del Quadern gris, Xarxa de Mots.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Contrapunto.










Tras dos post consecutivos de tono grave y profundo sobre la escritura necesito echar lastre y reirme un poco de mi mismo. Quizá solo así se roce lo auténtico. Porque en realidad cuando me hago la pregunta de por qué escribo la respuesta no la encuentro en alguno de los post que he escrito estos días, sino en otros razonamientos mucho más "a mano", mucho más sencillos y alejados de la trascendencia un tanto impostada con la que me he estado adornando. Escribo porque me lo paso bien haciéndolo, así, sin más, Porque disfruto con el acto mismo de llevar a cabo esa actividad. En ese sentido no me diferencio demasiado de los verdaderos y buenos jugadores de mus, que juegan no para ganar sino porque el mero juego les suministra placer, alegría y felicidad. En sí mismo y por sí mismo, sin mayores añadidos. Por eso escribir por escribir me parece lo más sensato que puede hacerse. No escribir cono medio sino com fin en sí mismo. Es como comparar una calva atractiva con un descolocado bisoñé.

También escribo por razones de tipo "terapéutico". Escribir de algún modo ordena mi pensamiento y lo "criba" de estupideces, supercherías y hojarasca inútil. Una especie de gimnasia mental de la que deseo disponer para no perder el "tono" mental al que tan toscamente persigo cada dia. Me predispone a observar con tino cosas que normalmente me pasan desapercibidas y en ese sentido me permite ser un poco mejor persona, lo cual no es poco, la verdad.

Por último escribo para que me lean, para comunicarme, para darme a conocer sin subterfugios, tal cual soy, y de una manera libérrima. En el fondo, para que me quieran. También en ese sentido no me distingo demasiado de la mascota que le hace monadas a su dueño esperando ávidamente la caricia como recompensa. Tras la acrobacia también hay una componente golfa que no ha de escapársenos; mirar de reojo la posible vianda que acabe cayendo en nuestras fauces. Hablando de golfos les felicito la Navidad con una sensacional versión de un célebre villancico a cargo de dos notables golfos con voces privilegiadas: Frank Sinatra y Bing Crosby. Que lo disfruten.


miércoles, 24 de diciembre de 2008

Desarrollo.











Pero escribir también es desarrollar. Construir un mundo partiendo de la nada empleando materiales que siempre pertenecen a tu propia biografía. Lo mejor que he leído (y lo que de algún modo trato de emular aún siendo consciente de mi imposibilidad crónica de conseguirlo) presenta siempre una increíble coherencia interna, una solidez reseñable en la trabazón de personajes, historias y situaciones. Cuando lees a Conrad, a Flaubert, a Tolstoi, a Joyce, a Borges o a García Márquez literalmente entras en otro mundo en el que puedes transitar a placer y ser todo lo observador que quieras. Siempre habrá algún matiz que se te escape pero que estará ahí esperándote para cuando retornes.

Es justamente ese trabajo de construcción desmedido el que para mi es más esencialmente literario. Aparentemente la obra parece que haya estado siempre ahí. Presenta una misteriosa entidad previa que no acertamos a comprender. Nos produce vértigo intentar comprender el proceso a través del cual alguien puede conformar esa otra realidad en la que quedamos atrapados.

Intuyo que hay un denominador común en toda esta maniobra creativa: el material desde el que se asienta es la vida misma del propio creador. Sus recuerdos, sus dudas, sus frustraciones, sus anhelos, sus reflexiones, toda una panoplia desatada de imágenes poderosas cargadas de significados para él, que resultan el trasunto sobre el que se apoya línea a línea, su discurso, y que finalmente haremos nuestro.

Pero hay más, porque en el momento en el que surge ese mundo la vida del escritor cambia. Las cosas no serán ya nunca como antes. Esa otra realidad nueva dialoga con su vida como un objeto nacido extraño y omnipresente, incomprensible también para él. En algunos casos se situará en el centro mismo de su existencia y tratará de suplantarla dado que hablamos de la misma cosa cuando escribir se hace sinónimo de vivir. Es lo que uno se encuentra cuando lee los diarios de Kafka o el Libro del desasosiego de Pessoa donde el escritor literalmente ha desaparecido siendo engullido por su obra, plenamente desarrollada ya en él por él.

martes, 23 de diciembre de 2008

Síntesis.













Creo que escribir es combinar azarosamente dos operaciones complementarias -sintetizar y desarrollar - sin que exista una receta que nos oriente a la hora de saber qué proporción de cada cual debemos guardar. En última instancia se trata de operaciones que dependen del instinto (literario) de cada cual.

Ahora me interesa centrarme en la primera; la que resume. Creo que siempre que te enfrentas a una página en blanco o a un post por escribir se pone en marcha dentro de ti y sin que apenas te des cuenta de ello, un mecanismo de reducción que opera de tres formas distintas.

En primer lugar, al escribir eliges una cadena de palabras entre infinitas combinaciones posibles. Al utilizar precisamente esa y no otra estás fijando, cristalizando una historia única que descarta de inmediato el resto de las historias posibles que podían haber sido pero que en el momento en el que se aprieta la tecla o se se hace avanzar la pluma, se desintegran (¿dónde irána parar?).

Además, "precipitas" en el texto nuevo que generas, todas las lecturas, conversaciones, pensamientos previos que has tenido a lo largo de tu vida y que, de algún modo, se encierran en esa nueva línea que inicias que "ha estado esperando" ese momento para conformarse, para ser, para materializarse en bits o en tinta.

Finalmente generar un texto supone "transpirar" por los poros de la escritura una cultura entera, un pasado completo, un tiempo del que somos herederos y al que nos debemos. Con el añadido de que en ese tiempo anterior con toda seguridad se contaron historias muy similares, sino idénticas, a las que tratamos de contar nosotros ahora a los demás haciéndolas pasar por nuevas, inéditas y originales. Pero cuántas veces antes que nosotros lo hagamos se ha escrito sobre la muerte, el amor, el poder, la traición, la libertad o los sueños. Tantas cuantos han creído hacerlo de la mejor manera posible.

Y es en esa triple confluencia delimitadora donde surge la línea que nos convierte ocasionalmente en autores.

sábado, 20 de diciembre de 2008

La pituitaria de Malden.














Siempre me ha fascinado como funciona nuestra memoria. El por qué un olor o un sabor determinado tiene la capacidad de transportarnos literalmente 10, 20, 30 años atrás. Apoyado en ese olor o en ese sabor únicos (han de ser esos justamente y no unos parecidos) nuestro cerebro reconstruye el conjunto de experiencias a las que llamamos recuerdo de un momento determinado en nuestras vidas; un áula, nuestro hogar familiar, nuestra habitación, una mascota, un viaje, un problema, la muerte de un ser querido, un primer amor... Lo que resulta curioso es que además sea un estímulo externo singular el que libere en nuestro interior una recreación tan compleja, sofisticada y única como es nuestro propio pasado biográfico en alguno de sus tramos. Sustancias físico-químicas capturandopara nosotros lo ocurrido, cuando menos lo esperamos. Olores, sabores y sonido más que imágenes (cosa curiosa cuando es a la vista a la que se considera el sentido más poderosos para recabar información de fuera). Seguro que se han "pillado" en alguna ocasión como "en trance" viviendo una situación similar a la que antes he descrito.

El catálogo de ese tipo de olores evocadores es infinito, ligado siempre a la propia historia personal de cada cual: el olor a tiza, a cafe, a cesped recién cortado, a papel de periódico, a goma de borrar, a ceniza, a cuero, a jabón hecho de forma artesanal, a tierra mojada. Y tras cada uno de estos olores tantas historias, tantos trasuntos de vida. ¿De qué manera se enhebran todos ellos con lo que nos ocurre en determinados momentos? ¿por qué permanecen ahí, latentes y se activan cuando volvemos a encontrar una réplica exacta en el exterior?

En mi caso uno de esos olores inscritos de forma indeleble en mi infancia es el olor al cuaderno de caligrafía Rubio. Unas libretas de tamaño holandesa con las cubiertas de color verde y un dibujo naif impreso en la portada. La verdad es que era un olor compuesto de otros olores auxiliares: olor a estuche, a lápices, a goma de borrar, a plástico de cartabón, a pinturas "Alpino". Digo que ese olor activa en mi inevitablemente la imagen de una actor llamado Karl Malden, un extraordinario actor americano de raíces serbias, que interpretó papeles muy notables en películas como Un tranvía llamado deseo, La ley del silencio, Baby Doll, Yo confieso o El rostro impenetrable, y que resulta inconfundible por su nariz bulbosa (ya que hablamos de olores, recuerdos y narices).

Malden protagonizó, a principios de los 70 y junto a un joven Micael Douglas, una serie policiaca que tuvo mucho éxito llamada Las calles de San Francisco. En ella el veterano policía Mike Stone (Karl Malden) patrulla las calles de San Francisco junto con su colega Steve Keller (Michael Douglas) , un novato lleno de energía pero un tanto impresionable. Juntos resolverán toda clase de crímenes en las oscuras y sucias calles de la ciudad. El olor de los cuadernos Rubio encierra para mi la imagen de Malden corriendo con determinación tras el malo por uno de los puentes de la famosa ciudad, ya que mientras la televisión bramaba con acento lationamericano el título de la serie que comenzaba uno de sus capítulos yo finalizaba mis deberes. Por cierto algún día averiguaré donde se hacían los doblajes al español de todas estas exitosas series norteamericanas de los 70: Hawai Cinco-0, Bewitched, Misión imposible, Perry Mason....

El otro día al entrar en una librería de viejo del centro de la ciudad me "asaltó" justamente ese olor olvidado y automáticamente me pareció ver en una de las estanterías de mi derecha la sombra que proyectaba el pico de un sombrero (un "flexible"); seguro que era Malden a punto de atrapar a algún horrible malhechor.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Como pompas de jabón.


"On and on the rain will fall
Like tears from a star, like tears from a star
On and on the rain will say
How fragile we are, how fragile we are."
Sting estrofa de su canción Fragile


Malos tiempos para ser sutil, para leer entre líneas, para los dobles sentidos, para los matices y las sugerencias, para los grises, en suma (uno de mis colores favoritos por cierto). O blanco o negro, o conmigo o contra mi, o todo o nada, o ahora o nunca. O impostamos la voz y nos afectamos con gravedad extrema y facundia en nuestra conversación con el otro o no nos creen porque no reproducimos su código a pies juntillas, su verdad, sus intereses o su mundo.

Y sin embargo me resulta la única forma sensata (junto con el humor y la ironía) de estar en el mundo. Me refiero al hecho de vivir instalados de manera permanente en el matiz, en el detalle, en lo breve, en aquello que pasa desapercibido para el común la mayoría de las veces y sin embargo constituye la verdadera clve de lo que nos rodea. Huir de los grades trazos y vindicar la caligrafía preciosista, y olfatear, siempre olfatear con instinto perruno.

La fragilidad, la mutabilidad, la vulnerabilidad, la fugacidad como forma de entendernos y de entender lo que nos rodea. Y desde ahí redescubrir la maravilla de todo aquello que permanece, que continúa ahí para nosotros. Reiniciar la conquista, la caza de lo que resulta obvio o de sentido común y hacernos el regalo de ver lo que hay dentro, una vez lo hayamos desmontado pieza a pieza como un mecano. Muchos antes que yo lo vieron y, de algun modo, lo entendieron y se aplicaron el cuento; del "Nada es, todo fluye" de Heráclito a los Estoicos, de los Futuristas y su pasión por la velocidad al poema de Jorge Luis Borges llamado "Los justos" en el que, nada más y nada menos, un hombre que acaricia a un animal dormido está salvando el mundo.

Es paradójico porque tras aparentes vulnerables se esconden titanes. Ayer mismo conocí a uno de ellos en la magistral película de Paolo Sorrentino, Il Divo que retrata la extraordinaria epopeya de la vida política de Giulio Andreoti (genialmente interpetado por Toni Servillo), el que fue siete veces Primer Ministro de Italia. Tras una apariencia de hombre mínimo, apocado hasta la caricatura, recogido hasta en su más mínimo gesto, se escondía uno de los personajes de mayor ambición, resistencia (26 causas archivadas por la justicia), tenacidad y astucia que he conocido. Mientras Roma dormía, al amanecer, un hombre pasea, fuertemente escoltado, por una de sus calles principales. Quien se cruce con él solo verá en él un rostro inexpresivo una espalda jorobada y una mirada ahogada en una infinita tristeza. Y sin embargo... su destino probablemente estará en sus manos.

¿Han probado alguna vez a hacer explotar una pompa de jabón? Ni lo han intentado. Algo tan fácil casi averguenza planteárselo como reto. Y sin embargo (pruébenlo) no es tan fácil ni se rompe tan rápido como pudiéramos pensar en un principio. Resiste y resiste nuestras torpes y engreidas acometidas. Me gusta pensar en la fortaleza que esconde la fragilidad, la intensidad que aporta el ser más vulnerable frente a los que todo lo saben, pueden o quieren. Por favor no vean en esta declaración el menor atisbo de misticismo. Es pura e indisimulada comodidad. Eso de escribir los renglones de la Historia debe ser muy cansado y sobre todo expuesto. Necesitas como poco desdoblarte hasta el infinito para ser todos los personajes que los demás necesitan que seas. Es decir, dejarte a un lado a cambio de la posteridad. Pésimo trueque.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Capitalismo a escote.














No sé a ustedes pero lo que es a mi todo lo que está pasando en el revuelto panoráma económico me parece muy, pero que muy raro. Tenía cierta noción de la caracterización que se hace habitualmente de los distintos tipos de capitalismo que han ido surgiendo a lo largo de la historia en distintos lugares del globo: capitalismo incipiente, capitalismo salvaje, capitalismo intervenido, capitalismo monopolista, capitalismo templado al calor del Estado del Bienestar, el milagro "capitalista" de los años 50 y 60 en Alemania y Japón, capitalismo "a la asiática", capitalismo globalizado etc.

Creo que somos muy afortunados porque somos testigos directos de la historia con mayúsculas. Asistimos a la articulación de un nuevo tipo de capitalismo, el capitalismo basado en el contribuyente, una nueva y sin duda curiosa mutación del sistema; lo que denomino de una forma más coloquial "capitalismo a escote". Que su empresa tiene pérdidas o está a punto de quebrar, Don't worry aquí estamos nosotros para arreglarlo. A ver ¿de cuánto se trata? Pues como esos. Todo sea por la "salud" financiera del sistema, porque no haya quiebras, porque el tio vivo de las hipotecas siga y siga rondando y luciendo esplendoroso. Un planteamiento sin duda impecable que reduce a cero el riesgo inversor y, sin duda, "maximiza" las ganancias, dado que se trata de ganancias "cautivas". Cautivas por provenir de nuestros impuestos describiendo un círculo virtuoso según el cual los Estados con políticas fiscales más asfixiantes serán los que contarán con un tejido empresarial más "recio". El Estado-empresa, por tanto.


Tan sólo dos matices. Uno: la pasta que se está poniendo con generosidad sale de los impuestos de todos nosotros. Y para ponerlo se recurre a la deuda pública, es decir a la deuda de todos, esto es, se trata de hacernos un poquito más pobres hoy también a todos. A nosotros y a los que vengan detrás de nosotros que se encontrarán con un "pastel" cuioso (por qué -se preguntarán- tenemos nosotros que pagar los platos rotos de unos parientes lejanos manirotos). Dos: ¿a qué empresas sí y a cuáles otras no? ¿a todas? ¿a parte? ¿a las denominadas "estratégicas"? ¿a qué parte y según qué criterio? A eso se le suele llamar "discrecionalidad" y muy a menudo suele ser el paso previo de la arbitrariedad.


Así que ya saben, este fin de año la próxima vez que paseen por el parque con su familia, estén en una plaza tomando el Sól tranquilamente, o salgan a un bar con sus amigos y se encuentren al Executive Chief de GM, o al de Chrysler o por qué no al ya archiconocido señor Madoff, y les extienda un fajo de billetes o un cheque al portador, no se sorprendan ni le hagan ascos porque simplemente está cumpliendo con su deber; repartir los beneficios obtenidos por la firma en el presente ejercicio. Al fin y al cabo todos hemos pasado de ser simples contribuyentes a ser socios accionistas de un nuevo y gigantesco consejo de administración llamado Administración.















miércoles, 10 de diciembre de 2008

Horror Vacui.









Una reciente sopt publicitario nos describe lo que "es" un hipotético viajero que recala finalmente en una gasolinera en plena noche que se "enciende" para él. A vueltas pues con el recurrente problema de la identidad, de aquello que somos, esta vez en forma de anuncio.


Reparo en dos líneas que discurren paralelas de la cultura occidental, que casi nunca aparecen de forma simultánea y que son las que han tratado de resolver este enigma desde el ámbito del pensamiento. Por un lado la tradición que trata de definir lo que somos "llenádonos" para conjurar a la nada, o lo que es lo mismo al vacío, al sinsentido, a la muerte, al fin. Por otro, el que lo intenta "vaciándonos", suprimiendo, primero los superfluo, más tarde lo esencial hasta reducirnos justamente a la nada. Llenarnos o vaciarnos ¿de que? De palabras, de órdenes, de riquezas, de artilugios, de experiencias, de fracasos y éxitos, de dichas, de anhelos, de historia.


Y de algún modo, es cierto. Cuando uno trata de responderse a la pregunta de las preguntas, ¿Quién soy?, sobre todo si lo hace recién levantado frente al espejo antes de afeitarse, es muy probable que, si tiene bien el día, opte por hacer un inventario de las virtudes áulicas que tiene más a mano; soy el mejor, el más competente, el más sincero, el más tierno, el más dichoso, el más afortunado o generoso (esto sería la corriente "Horror Vacui", se trata de llenarnos con materiales mas o menos improvisados paraa abortar de algún modo la maldición del azar y lo desconocido). Por contra, y si los biorritmos andan por los suelos, echaremos mano de la maniobra de vaciado parándola sólo allí donde no lleguen nuestras fuerzas autodestructivas (ante nosotros tendríamos el "Horror Repleti").


O soy todas las palabras que he dicho y pensando (también las que he olvidado), lo que he hecho (y lo que he dejado de hacer y lo que he comenzado sin terminar), lo que he soñado, lo que he comido, lo que he reido, lo que he escrito y luchado, o no soy nada. Mas bien, soy mientras dejo de ser, ligero de equipaje, liberado de los bártulos y abalorios de mi pasado y de mi quehacer cotidiano. Soy abandonándome y redirigiéndome hacia un punto de fuga que para algunos es la eternidad, para otros la perfección, para unos pocos la esencia.


Y respecto de esos dos puntos del mapa de esta doble tradición me sitúo yo casi sin darme cuenta y me defino cada día, según sea la estación y mi propio estado de ánimo. En torno a estos dos puntos imaginarios se despliega además una inigualable cantidad de manifestaciones culturales generadas durante los últimos 21 siglos; de la técnica pictórica o escultórica de los Romanos o el arte árabe al Rococó. De la poesía de Góngora al maravilloso relato de Borges que tienen a Funes el memorioso como personaje central. De la música de Haendel a Pollock. De Antonio López a Becket o a Pessoa. De los Hemisferios de Magdeburgo al LHC. Todo pues transita de algún modo del todo a la nada para volver a su contrario y, de esa forma, poder definirnos.




sábado, 6 de diciembre de 2008

El hilo maravilloso.












Es este un puente perfecto para encerrarse en casa a leer, escribir, charlar con los amigos, cocinar, escuchar algún nostágico quinteto de Dvorak, pasear, "acicalar" en suma con gozo la vida que monótonamente ejercemos durante los días en los que desarrollamos nuestra actividad profesional habitual.

El otro dia en una conversación empleé una expresión que en el calor de la misma quedó muy redonda y lapidaria; "creo que no eres tú quien vas al encuentro de los libros sino que más bien es al revés". Más tarde reparé en ella para darme cuenta que la frase encerraba mucho más calado del que había inuído en un principio y volví sobre mis propios pasos. ¿Qué es eso de que los libros salgan a tu encuentro? ¿Qué puede explicarnos tal cosa? ¿Cómo un libro, algo inanimado, puede irrumpir en nuestras vidas y cambiarlas "eligiéndonos" como lectores, en un momento determinado de nuestras biografía, en "ese momento" precisamente y no en otro?

Pensándolo con un poco de calma me di cuenta que una buena parte de los libros que había leído en mi vida los había conocido, había llegado hasta ellos, a través de referencias suyas que aparecían en el libro que en ese momento leía. Es decir un libro me llevaba a más libros en una urdimbre misteriosa al tiempo que muy poderosa. He intentado analizar muchas veces el sentido de esa urdimbre incomprensible para mi. Las razones que podían ocultarse tras una elección de una obra que era más que la obra en sí porque encerraba en su vientre de papel muchos otros títulos a los que tendría acceso más tarde. En ese sentido tenía la sensación como si "me estuvieran esperando", como si tuvieran una paciencia infinita a la espera de mi cruce en su camino. Ni un minuto antes ni un minuto después de lo convenido, pero lo convenido ¿por quién?

Pero hay más. Porque tras ese cruce quedaban infinitas encrucijadas más por transitar ya que el nuevo libro volvía a ser un arranque de caminos, volvía a presentarme otros libros sobre los que tarde o temprano acabaría recalando (en ocasiones hasta con años de retraso respecto de mi primer contacto con su título). Un puerto literario en un océano infinito de papel por el que navegar con un rumbro predeterminado pero, ¿por quién?. Mi vida por tanto es un cruce contiuo de mi realidad vivida y obras que al asimilarlas han transformado a la primera mejorándola, enriqueciéndola, superándola, proyectando un horizonte vital limitado más allá.

Por eso cada vez que empiezo un libro, sobre todo si he llegado a él por haber sido referenciado en uno anterior, siento cierto vértigo, cierta sensación de hilo maravilloso que teje mi vida a la lectura de una forma única. De manera que si tiráramos de él iría saliendo lo que soy de manera intercalada a cientos, miles de títulos que de algún modo me "anticiparon", me construyeron, hasta hacerme ser lo que hoy soy, marcándome incluso la dirección de mi porvenir, inexcrutable para mi ahora pero presente de algún modo en aquellos libros que todavía ni tan siquiera conozco pero que sé seguro me esperan un poco más adelante.

jueves, 4 de diciembre de 2008

(Casi) todas las almas.












Inicio este post con un título que rinde homenaje a la conocida novela de Javier Marías All souls porque quiero esta vez hablar de almas, de almas que se transfieren, se deslocalizan, se parcelan, o simplemente se liberan de su lastre corporal en forma de voz conformando un simulacro total.

El otro día me enteré de que un granjero cualquiera de la zona oeste de los Grandes Lagos que haya comprado una trilladora y tenga una duda sobre cómo utilizar determinado botón, o una adolescente de Los Angeles que haya comprado el último CD de Beyonce y le haya salido defectuoso, al llamar a uno de esos teléfonos de consulta/reclamación 902 será atendido en perfecto american por alguien que está a miles de kilómetros de allí, concretamente en Bombay, y que quien lo haga no se llamará Tom o Nancy, sino Aashish o Kalini, tendrá entre 20 y 30 años, será mujer, ganará tres veces más que la mayoría de sus compatriotas y será adicta a series como 24 horas, Melrose Place o Los Soprano.
Asshish, o Kalini o Chanchala trabajan en turnos de 14 horas ininterrumpidas en los Call Centers hindúes deslocalizados. Siempre de 12 de la noche a 2 del mediodía para provechar los husos horarios adecuados. Pero además tienen que "ser" americanos; comer como americanos, soñar como americanos, hablar como americanos, sentir como americanos. Es decir, se trata de trasbasar almas no de aprovechar una fuerza de trabajo infinitamente más barata. Se trata de implantar una identidad completa y de hacer que retoñe. Trato de imaginar lo que supone vivir en un mismo cuerpo con dos identidades simultáneas en lad que además una de ellas es la que te da de comer, mientras que la otra explica lo que eres.
Y me pregunto si en el reciente atentado terrorista ocurrido en Bombay alguna de las numerosas victimas provocadas no sería alguna de estas jóvenes mujeres, partidas culturalmente en dos, que acudían a su jornada de trabajo nocturno como todos los días, mientras en los hoteles y las estaciones otros asesinos ponían bombas para defender el alma india, o el alma musulmana o vaya usted a saber qué otra milonga perversa. Aunque quizá ellos piensen que sus almas lo son menos por haber sucumbido a los engañosos cantos de sirena del infiel para que la operación aritmética resulte redonda; 2-1 = 0.

martes, 2 de diciembre de 2008

At last.


Fue por puro azar, como muchas de las cosas intensas y profundas que nos pasan en la vida. Tropecé con esta maravillosa balada romántica (una de las grandes de todos los tiempos) al ver un capítulo de una conocida serie que la incluía como banda sonora para uno de los momentos en el que la chica acepta (¡por fin! At last) la invitación del chico que tanto estaba esperando ella y que por otro lado, y sin atreverse a admitirlo, tanto deseaba él.
Se trata de una canción que simplemente te invade, te noquea, te aturde para, cuando vuelves otra vez a reaccionar y recuperar cierta consciencia, rematarte, esta vez de una forma definitiva y final. At last comparte con determinadas composiciones musicales de Bach, o ciertas obras de Borges, de Flaubert o de Kafka el tratamiento de sublime. Nadie debería largarse de esta vida sin conocerlos, sin adueñarse de ellos, sin hacerlos suyos por un momento, sobre todo porque suponen en nuestras vidas un antes y un después. Nadie es el mismo después de haber escuchado esta canción o haber leído alguno de estos téxtos. Nadie. Y es justamente ese poder transformador el que los hace creaciones distintas. Son aportaciones únicas por arrasar todo lo que sale a su encuentro; jóven o viejo, culto o analfabeto, hombre o mujer, alemán o sudafricano, rico o pobre.
Etta James, que este año justamente ha cumplido 70 años, ha tenido una vida extraordinariamente convulsa y difícil. Heroinómana (como la otra gran voz negra blanca de la actualidad, Amy Winehouse, con el crack) con una historia familiar dramática. Su voz, lo que percibimos en canciones como All I Could Do Was Cry o I'd Rather Go Blind, es pura rabia y puro dolor hecho música vibrante y genialmente interpretada. Una rabia y un dolor que en muchas ocasiones acompañaba en sus conciertos y actuaciones de una corporalidad desgarrada en escena hasta casi rozar lo obsceno.
Porque, entre otras cosas, Etta James utilizaba la música, su música, para saldar deudas pendientes, para remontar el vuelo tras la batida, para sortear la adversidad, para recomponerse tras el desamor y la desventura. Su carrera es un eterno retorno al gospel al que desmonta cuidadosamente como un mecano para recomponerlo inyectándole soul, esto es, soledad, amargura y tristeza, pero también una autenticidad que corta el la respiración. En 1963 graba para el sello Chess un vibrante disco en directo, Etta James Rocks the House, grabado en el New Era Club de Nashville, donde incluye un tema redondo, All I Could Do Is Cry del que la críitica de la época dijo que sonaba como "un tren ardiendo a toda velocidad".
Háganme caso, el próximo atardecer que tengan tonto escuchen esta canción, suban el volumen y adéntrense en las mismas fauces de la madre Tierra. Al fin y a la postre, la cadena del azar debe continuar, aunque esta vez sea en forma de blog. At last.
Atendiendo la petición del audio de la canción ahí tenéis el link de la canción en You Tube. Buena audición. http://es.youtube.com/watch?v=1fSY_S45rZ4 (incluye el regalito de algunas preciosas imágenes de "Corazon Salvaje")

jueves, 27 de noviembre de 2008

El juego del collage ferroviario













Foto: Antonio Alejo Egea


http://trenesyestaciones.blogspot.com/



Me facilita Toni Alejo, un compañero de trabajo, una de sus preciosas fotografías relacionadas con el fascinante mundo de los trenes y las estaciones. En mi opinión dentro de ese mundo hay uno todavía más fascinante si cabe que es el de las estaciones abandonadas y el de los modelos de locomotora abandonados, que fallecen en grandes extensiones de horizonte infinito como fabulosos esqueletos de animales extinguidos.



Creo que era Vila-Matas quien en uno de sus inclasificables libros hace, a manera de original inventario, la cantidad de novelas, películas de cine, poemas y canciones que se han creado tomando como inspiración el tema de la estación abandonada o solitaria. ¿decenas, centenares, miles? Ciertamente se trata de un tema recurrente e irradia su influjo hipnótico en muchas direcciones distintas: textos, imágenes, sentimientos, intuiciones, sugestiones, nudos argumentales, recuerdos, sueños... (recuerdo justamente el inicio del metalibro de Italo Calvino. Si una noche de invierno un viajero).



Concretamente esta imagen de la Vía 5 de la Estación de Sagunto me atrae porque entremezcla dos lenguajes en un mismo resultado visual; el de la fotografía y el de la pintura. Y lo hace de una forma tan sutil que provoca vértigo. ¿Qué es lo que observamos en ella? ¿Contemplamos una obra de arte elaborada con la técnica del collage a partir de sucesivas bandas distribuidas horizontalmente hecha cada una de ellas con distintos materiales? Si fuera así, la factura me parecería muy destacable por las tonalidades conseguidas, el equilibrio de las formas o la serenidad de las líneas (no sé por qué pero veo una y otra vez en ellas a Morandi). Al fin y a la postre ¿qué es lo que lo impide? El hecho de que conozca a su autor y sepa de antemano que se trata en efecto de una fotografía. Pero también esto puede ser engañoso.



¿Y si diéramos un paso hacia atrás para descubrir que se trata de una imagen que cuelga de la pared de una sala de exposiciones mientras es observada afanosamente por un ensimismado visitante? ¿Y si, dando un paso todavía más atrás, observamos que tras el visitante hay un caballete de pintor en el que el visitante va copinado la imagen que observa con absoluta fidelidad y literalidad? Entonces lo visto en el caballete ¿qué sería? ¿ pintura? ¿ fotografía de la fotografía a través de la pintura? ¿fotografía pintada? ¿pintura inspirada en la fotografía? El eterno dilema del límite entre la realidad y su representación que es lo que esconde justamente este espacio singular surcado de raíles captado por su autor.





lunes, 24 de noviembre de 2008

Elogio de la inercia






La inercia suele tener muy mala prensa entre nosotros. La hacemos sinónimo de continuísmo esteril, más de lo mismo, falta de originalidad y frescura, agostamiento de interés. Lo que viene de atrás aplicado a un presente que se escapa por todos lados en su diversidad e imprevisibilidad, resulta escaso para incorporarlo. Lo aburrido, lo tedioso se desprende de la inercia. Aquello que nos hastía y nos asquea por esperado.
Y sin embargo ¡cuántas cosas importantes le debemos a nuestra delicada y discreta inercia cotidiana! En ella nos insertamos cómodamente obteniendo certidumbres. Celebramos el gozo de la manera en la que perseveran contínuamente algunas cosas muy nuestras: el olor del café recién hecho, la bella luz que tantea el horizonte al amanecer, la limpieza de los ángulos de las calles que nos conducen hasta nuestros destinos, la familiaridad de los transeuntes que coinciden con nosotros al iniciar sus respectivas jornadas de trabajo, la inexorable y parsimoniosa caída de la tarde...
Elijo un día cualquiera de mi vida y le aplico una mirada de entomólogo tratando de separar lo que se mantiene de lo nuevo, el hueso de la pulpa. Pelo ese día, capa a capa, como si de una cebolla se tratara y encuentro, una y otra vez, la bendita presencia de la inercia, de lo que se repite, de lo que está ahí casi esperándome en el salto de un día a otro como amparo ante el terrible provenir con sus salvajes zarpazos, sus desajustes fieros, mezquinos.
A veces es lo único que nos queda frente al caótico devenir en el que se transforman nuestras vidas, sin buscarlo, sin quererlo. La inercia como única aunque débil salvaguarda ante lo que no podemos admitir; nuestra propia muerte.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Pensamiento reticular











Escribo desde y para un nodo de una red de redes: internet. Y la metáfora me aplasta porque se extiende de forma poderosa hacia todo lo que veo, siento, miro a mi alrededor, dándole forma y, sobre todo, asignándole un sentido y un significado.

Para empezar, estas mismas palabras que ahora escribo han formado parte antes de una respuesta química llamada sinápsis que ha tenido lugar en una de las más increíbles redes que existen; el cerebro humano. Y de una red a otra, internet en donde se asimilará el mensaje que aquí aparece integrándolo en otra "red" de otra mente que asu vez lo transformará en otra cosa y así sucesivamente. Todos los días acudo a mi puesto de trabajo y conformo un punto, una intersección en coasiones de una red variables de compañeros con los que comparte un cometido común. Mi pasado es una red de momentos discretos y diseminados en el tiempo pero dotados de cierta coherencia en la que yo soy el denominador común de todos ellos. La ciudad en la que vivo es una red de Algunos presupuestos de los que dependemos surgen de una red de entidades participantes.

Suma y sigue. El páis del que formo parte se estructura entorno a un tejido llamado "red de carrreteras del Estado". Écho la vista atrás e identifico las atiguas calzadas rtomanas como una inmensa red de caminos a través de los cuales circulaban recaudaciones de impuestos, el latín y los ejércitos (también con alguna estrategia bélica basada en la red).

Es curiosos como en castellano algunos de sus compuestos presentan connotaciones negativas como la de causar premeditadamente confusión ("deja de enredar"), privación de libertad "estaba entre rejas, acotamiento de espacio ("volver al redil"). Pero también de valentía y determinación un tanto imprudente ("saltar al vacío sin red").

Pero ésto no ha hecho más que empezar porque un grupo de pescadores seguidores de un tal Jesús de Nazaret se dedicaron a "pescar" hombres para establecer una inmensa maya denominada Iglesia. Karl Popper, veinte siglos después, apuntaba desde la filosofía toda una visión de cómo construye el ser humano el conocimiento: cuando investigamos no hacemos sino tirar nuestras redes intentando capturar alguna buena pieza. Desconocemos qué pieza será. La mayoría de las veces vamos a ciegas. Mucho de lo encontrado se colará por entre la urdimbre. Tampoco somos consicentes de la inmensidad del océano del que por fin conseguimos extraer la criatura. Pero nosotros continuamos echando nuestras pequeñas redes una y otra vez en distintos caladeros, más o menos alejados de la orilla. A eso se le llamará, según el filósofo austriaco, método científico. Algunos de nuestros mejores "faeneros" se han llamado Galileo, Cajal, Newton, Edison, Tesla o Faraday por nombrar sólo a unos pocos. Manuel Castells, desde la sociología, ha establecido la categoría "sociedad red" desde la que escruta desde hace tiempo algunos de los principales rasgos de nuestra realidad contemporánea.

Recuerdo las figuras de Giacometti, su dramática estilización que transforma la figura del ser humano representando en un fragmento solitario y desgarrado de una red oscura llamada Humanidad. Todo alejado del actual "net.art". En el caso del artista italiano es el dolor el que hilvana en un eje común todos los cabos, no una tecnología. Frente a ésto Spiderman se embrolla en su propia tela intentando liberar a Mary Jane de las garras del malvado Octopus cuyo modelo es, sin duda, más "tentacular".

lunes, 3 de noviembre de 2008

I + D en blanco y negro.








Hoy que se ha desarrollado una auténtica selva terminológica en torno a las tan traídas y llevadas siglas del I + D + i; perfiles profesionales completos que se estampan de manera rimbombante en las tarjetas de visita (gestores de la innovación, los llaman), departamentos en las multinacionales más planetarias, partidas presupuestarias en ciertos Ministerios de postín, conceptos en los balances de las empresas para desgravara al fisco, hoy, decía, he encontrado 20 o 30 años avant la lettre, un ejemplo sencillo pero muy esclarecedor de lo que supone innovar, sin siglas, sin más.

Me refiero a la recientemente editada en DVD serie de terror "Historias para no dormir", la mítica serie de Telesión Española de los 70 dirigida por el inigualable y poco reconocido por nuestras latitudes, Chicho Ibáñez Serrador. Un verdadero regalo para los sentidos para estos tiempos innovados.

¿Por qué mirar hacia atrás para encontrar lo más rabiosamente nuevo? Primero por que esta serie nos habla de una televisión que ya no existe. Una televisión que, en efecto, era un medio en el mejor sentido del término, esto es, un instrumento, una herramienta para contar historias (para NO dormir en este caso) , buenas historias, interpretadas (por tanto hechas creíbles a partir de lo increíble) por un extraordinario elenco de actores y actrices para algunos de los cuales su participación en este trabajo fue una verdadera escuela. Nada que ver con lo que encontramos en la actualidad donde el medio (nunca MacLuhan estuvo tan presente) es el mensaje, sin más.

En segundo lugar esta serie y algunas otras del momento, se contruyó a golpe de puro talento en una España, como era la de la época, que no era precisamente Hollywood. Con muy pocos medios, con unos presupuestos que harían sonrojarse a cualquiera si los comparámos con los de series actuales de éxito. Unos repartos escuálidos, unos medios técnicos sobrios (pero de lo mejorcito del momento), pero con una intensidad en el mensaje y en la comunicación capaz de dejar sin resuello al espectador. Todo resaltado por ese blanco y negro expresionista que realzaba el misterio y la intriga. Más por lo que NO se veía que por lo que se mostraba.

Además, hablamos de una serie de terror, no hay que olvidarlo. La elección por parte de sus creadores no deja de tener su aquel. Porque en principio no se trata de una temática fácil precisamente, ni que, sepamos, contase con muchos adeptos por aquel entonces (tampoco ahora). Y sin embargo la potencia de las historias contadas, la extraordinaria interpretación de los actores acababa transformando algo minoritario en un producto televisivo de gran demanda.

Por último ver algunos de los capítulos de "Historias..." incluyendo la genial cabecera del programa (que ya nos helaba la sangre) para mi ha sido un viaje al pasado. Un potente reencuentro con mi infancia en la que se entremezclan algunas de sus imágenes con las de los cuentos que leía por entonces, historias en las que agitaban todos los materiales vistos, leídos, imaginados y vividos en un pastiche del que participaba preferentemente como espectador de manera rotunda, sin concesiones.

Sigan mi consejo. Si quieren saber lo que realmente es innovar, esto es, hacer las cosas de una forma diferente, mejor y con menos medios, abandonen los diseños futuros de NIKE o los de MacDonalds y acomódense en sus salones (si es posible con las luces apagadas) dispuestos a ver El muñeco. No se arrepentirán.

jueves, 30 de octubre de 2008

Dos imágenes convergentes

El capitalismo estadounidenseOrson Welles, el genio que ideó el ataque marciano



En el trasiego cotidiano de consultas que hago a la prensa digital diaria, salen a mi encuentro (casi de forma intimidatoria) dos imágenes sintomáticas que escoden una misteriosa coherencia entre ellas a pesar de proceder de fuentes muy distintas. Retratan de una manera sutil un tiempo. Aquel que me ha tocado vivir, el mío, el propio. ¿Qué explica esa coincidencia? ¿Soy yo? ¿Qué pues? Qué extraño factor las ha hecho coincidir para mi de manera que se solapan, se complementan y enhebran en un mismo hilo argumental coincidente. Para que mi cerebro lo convierta en reflexión y lenguaje justo hoy, justo ahora. Intuyo que quizás tras este enigma resida la solución al acertijo de por qué estas imagen hacen que me sienta contemporáneo de ellas, que me identifique como parte de ellas.

La primera es una fotografía actual pero con una cursiosa apariencia de los años 50 o 60 del siglo pasado por sus evidentes tonos sepia. Muestra una cabalgata organizada con motivo del día de Acción de Gracias por los almacenes Macy´s, de la calle 34 de Manhattan para celebrar sus 150 años. Estos almacenes son un fragmento de la historia viva de Nueva York. Han sido escenario de películas, parada obligada para turistas y tienda de referencia para un buen número de neoyorquinos.
Un grupo de empleados disfrazados de Micky Mouse sostienen, mientras caminan, una inmensa figura-globo que reproduce el famoso ratón de Disney. Cada uno de ellos prende una cuerda desde la que lo sostiene para evitar que se suelte. Resume con fidelidad e ironía el momento actual. Nadie desea que el globo se desprenda y vuele libre. Todos quieren su parte, protegidos por sus simpáticas caretas. Tu el brazo, yo la esférica oreja derecha, aquel el enhiesto y gamberro hocico. Nadie abandona la marcha. Son muchos los espectadores que esperan ansiosos el paso de la comitiva tratando de tocar el inmenso bibelot. Porque ¿alguien puede imaginar qué ocurriría si se dejase escapar el inflable o se detuviese la marcha?

La segunda imagen es la de un joven Orson Welles en mangas de camisa, completamente metido en su papel y entregado, en los estudios de la CBS. Estaba interpretando el papel de su vida. Y él lo sabia.
Justamente ahora se cumplen 70 años de su célebre dramatización con la que logró instaurar la histeria en la sociedad estadounidense de la época. Se anticipaba por la vía del sarcasmo lo que sería la histeria de la Guerra Fría. Sesenta minutos en los que se recrearon la llegada de marcianos a Grover's Mill (Nueva Jersey) y la destrucción de ciudades, incineradas con rayos mortíferos, en su camino hacia la Gran Manzana (la misma que alberga la simpática galería de los almacenes Macy's). Una tarde de domingo previa a la noche de Halloween que provocó el terror de costa a costa, inundó de llamadas las comisarías de Policía e incluso provocó algún intento de suicidio.
La broma/simulacro de Welles, anticipada unas cuantas décadas respecto del momento presente, conserva intacto todo su potencial destructivo. Demostró sin necesidad de provocar "víctimas" que podíamos conseguir algo más real que la realidad misma gracias a unos altavoces de una extraordinaria potencia; hacer vivir y hacer morir, enriquecer y empobrecer, hacer soñar y pervivir. Conseguir que se mantenga lo prescindible y abandonar, en fin, lo sustantivo.

A poco menos de una semana de que se celebren las elecciones en Estados Unidos y también en un contexto de Halloween, observo el rostro entregado de Welles y recuerdo las frases con las que concluía el psicodrama que alborotó todo su patio nacional:
¿No hay nadie ahí? ¿No hay nadie ahí? ¿Nadie?". Para entonces, pocos seguían escuchando. El miedo brotaba a borbotones en la Arcadia feliz.