jueves, 8 de enero de 2009

Escrituras en peligro de extinción.










De repente, y de forma un tanto sobresaltada, reparo en que una de las técnicas o habilidades básicas para ser considerado socialmente un alfabeto y que aprendí trabajosamente en la escuela - escribir a mano - se ve amenzada por un mundo completo de tecnologías en el que la tecla le gana terreno claramente al lápiz o al bolígrafo. A estos últimos tan sólo les queda los reductos de la firma personal que auténtifica un documento (mirando de reojo a la firma digital que le sigue muy de cerca), cumplimentar algunos formularios (cada vez menos), hacer la quiniela o la bonolato (cada vez menos), tomar apuntes rápidos que tratan de capturar al vuelo un dato preciso y precioso que se nos escapa y necesitamos recordar y... poco más . Incierto futuro ara los péritos grafómanos, reliquias casi ya del pasado.

A modo casi de esquela y en un tono un tanto funerario, leo una noticia relacionada con esta pérdida progresiva pero inexorable: Miguel Vicente, un valenciano de 71 años cierra el negocio de reparación de estilográficas ubicado en la Calle Periodista Azzati tras casi 60 años de oficio. Un oficio aprendido directmanete de su padre y para el que no ha encontrado continuador. El de Miguel es casi el último taller de este tipo que queda prácticamente en España (en Barcelona y en Madrid aún puede encontrarse alguno) y con él muere toda una concepción de entender la escritura. Una escritura que comportaba tachar, borrar, corregir, dejar trazas en suma de tinta o grafito, que con los nuevos sistemas se convierten en un blanco frío, indefinido y neutro perpetuamente renovado en nuestras pantallas de ordenador. Borrón y línea nueva.

Pero otra noticia me devuelve la esperanza. Un joven físico también valenciano cuyo trabajo está siendo muy notorio en el MIT, Pablo Jarillo-Herrero ha descubierto un nanomaterial revolucionario, el grafeno, con propiedades asombrosas a la hora de transmitir energía (lo hace con una mayor eficiencia que otros materiales "3D") o información (al hacerlo empleando electrones). No sé si somos concientes de las dimensiones de las que estamos hablando. Se trata de tubos 10.000 veces más pequeños que un cabello cualquiera de nuestra cabeza. Estilográficas invisibles. Se piensa en él como candidato seguro a la hora de sustituir a medio plazo al silicio con el que están hecho la mayoría de nuestros ordenadores agobiandos por la inexorable Ley de Moore.

Y ¿saben ustedes de dónde sale el grafeno? pues del grafito, es decir de la mina de cualquiera de los lápices que tenemos en nuestra mesa de trabajo. Por tanto lo antiguo alumbra lo nuevo con una naturalidad pasmosa. ¡Y estaba ahí! Justo a nuestro lado, siguiendo una existencia humilde que pasa desapercibida. No ha hecho falta pues ir a Marte ni bajar a las Marianas para poder seguir escribiendo, para poder encontrar algo mejor, más rápido que nos permita seguir registrando nuestras palabras y pensamientos que se lleva el viento. Toda una lección que sin duda le debe hacer mucha gracia a gente como Miguel Vicente. Seguro que al conocerla sonreiría con ironía pensando "Si ya os lo decía yo".

De regalo les dejo el link con el vídeo de la reciente entrevista que le hacían recientemente a Pablo Jarillo en el programa Tecnópolis. Que lo disfruten.

http://blogtecnopolis.wordpress.com/

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