jueves, 15 de enero de 2009

Las 100 primeras.






Hace más o menos un mes que empecé a escribir en este blog. Y hoy ha entrado en él para leerlo la persona número 100. No está mal. Una pequeña gota en la inmensidad oceánica de internet (hay blogs que cuentan con millones de fiueles lectores diarios) pero al menos para mi es motivo de celebración. Es un momento que tiene mucho de rito entre los bloggers de esta nueva patria llamada internet. Celebrar la entrada cien, mil, cien mil es un clásico. Y son un poco como el dinero, lo que cuesta es hacer el primer millón, después todo viene por añadidura.


Imagino el esfuerzo que me habría tenido que invertir en redactar 100 copias de cada uno de los post que he escrito y en enviarlas c ada vez a 100 personas anónimas para que pudieran leerlas o no, y la verdad es que no hay color. Impresiona saber que te has cruzado azarosamente y por medio del lenguaje con alguien de Canada, de México o de Filipinas al que nunca conoceré (por lo menos en persona). Sigue fascinándome la metáfora de la botella con el mensaje que se tira al mar. Qué pensarán de mi esas personas. Cómo he pasado a fomar parte de sus vidas sin saber nada absolutamente de ellas. No deja de resultar un tanto enigmático.


Eso sí una petición para antiguos y nuevos lectores que vengan: por favor invadan mi texto, transfórmenlo para hacerlo realmente suyo, opinen sobre él, destrípenlo, apliquen el bisturí sin piedad. Sé que se requiere un poco de tiempo y ganas, pero si no lo hacen el círculo jamás se cerrará. Prolóngenlo, profánenlo a placer, piérdanle el respeto (dentro de un orden claro) porque una de las maravillas que encierra la web 2.0 es justamente el poder hacer y rehacer sin fin, una y otra vez, un contenido a través de una autoría coral .


Como mandan los cánones blogeros pues prometo solemnemente celebrar con ustedes la entrada número mil y el post número quinientos. Así sea.

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