jueves, 29 de enero de 2009

Pensamiento mágico.



Observo con cierto estupor una nueva publicidad que ha puesto en marcha Toyota para anunciar su nuevo modelo de coche Avensis. Se le lanza al ciudadano una pregunta aparentemente inocente "¿Eres uno más?". Pero cuando se demenuza un poco la intención con la que está formulada, las cosas ya no son ni tan inocentes ni tan triviales.

Evidentemente lo que espera que responda el que ve el anuncio es: "No, no soy uno más". Y ahí es donde se activa la trampa subliminal. Muy bien, parecen querernos decir, si no quieres ser uno más, lo que tienes que hacer es comprarte un Avensis, porque ESO, justamente ESO es lo que va hacerte diferente del resto. Es decir el coche contiene de forma inmanente las propiedades para cambiarte. No lo que tú hagas, digas, o pienses, no. Es la cosa la que te transforma por arte de magia en un ser distinto a los demás (y por tanto mejor). Ese es el mensaje que está encerrado en las tripas del anuncio porque habría otras posibilidades, por ejemplo que ser diferente fuera socialmente considerado como algo malo o peor (algo que ocurre también en otros muchos casos), en cuyo caso el reclamo no funcionaría.

Así que fijense en la cantidad de pasos que se están dando dentro de un mensaje sin que apenas nos demos cuenta porque, en suma, parte de una "inofensiva" publicidad que encontramos el cualquier valla publicitaria de nuestra ciudad: lo diferente es sinónimo de ser mejor, mejor que los demás, porque sólo los que son los mejores tienen la capacidad de darse cuenta de que este coche va a hacerlos todavía mejores que el resto. Y no dudo de la excelente calidad del producto, pero entre dar a conocer eso, que es muy legítimo, y lanzar un mensaje tan perverso hay un mundo, que quieren que les diga.

Esta sociedad se parece cada vez más a aquellas otras del pasado que se basaban en un pensamiento mágico, esto es que atribuían cualidades misteriosas a objetos (una piedra, una fuente, una montaña, un muro, un animal) desde los que emanaba un poder inexplicable para el común de los mortales y que permitía a los oráculos avanzar el futuro, a los generales ganar batallas y a los reyes conquistar territorios y cuidar de su pueblo. Ahora que tenemos las universidades y la teoría de la relatividad, los quásares y el ADN, internet y el Hubble, seguimos comprando cohes y "motos" para poder creernos superiores sabiéndo, de antemano, que no lo hemos podido ser por nuestros propios medios.

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