jueves, 22 de enero de 2009

Tañidos de campana.







Para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, es difícil concebirlo pero vale la pena hacer el esfuerzo. Imaginemos un mundo en el que existe el silencio total, un silencio ni siquiera interrumpido por un ladrido, por el viento o por el trinar de los pájaros. Y un mundo donde existía la oscuridad, la oscuridad absoluta, póbremente neutralizada por los destellos de algún fuego en el hogar de cada casa. Silencio total y oscuridad absoluta; mezcla explosiva.

En medio de ese escenario el único sonido verdaderamente comunitario era el de la campana. Por varias razones. Con el toque de campana arrancaba y acababa la jornada de trabajo, por supuesto era el "reloj sonoro" de la cultura medieval occidental. Pero también se constituía en el aviso acústico de las principales etapas en la vida de cualquiera: su nacimiento, su matrimonio, el bautizo de sus hijos, y por fin, su muerte. Nada hay más hondo y estremecedor que un dilatado toque de difuntos al atardecer.

El tañido de la campana era además un seguro de vida para la comunidad: escucharla a una determinada velocidad era sinónimo de peligro próximo frente al que había que reaccionar rápidamente. O una forma de movilizar al grupo para ayudar a alguno de sus miembros que se había accidentado o se encontraba enfermo. Una auténtica cadena de solidaridad basada en el sonido y que llegaba todo lo que de sí daba el radio de acción del mismo (que normalmente era mucho ya que la fuente del mismo se situaba en un alto edificio o campanario).

Y, por supuesto, era instrumento de expresión de júbilo y consideración ante la llegada de personalides, de Príncipes o cuando el poblado vivía un momento importante de su historia (por ejemplo la concesión por parte del Rey de las cartas pueblas que la constituían en villa), o ante la inminente visita de un predicador o una reliquia. También en el día grande de semana, el domingo.

Así que la próxima vez que vea una campana pensaré que estoy ante algo que ha regulado el tiempo de millones de personas durante siglos, que ha salvado a otros tantos, que ha sido testigo y ha avisado de innumerables nacimientos y muertes, y que lo ha hecho sin fallar un sólo día de un solo mes de un solo año de un sólo siglo, generación tras generación. ¿Qué reloj atómico podría vanagloriarse de conseguir algo parecido?

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