sábado, 31 de enero de 2009

Retratos desde un monopatín.












Observo el extraordinario trabajo fotográfico de Vicente Sahuc sobre New York que incluyo para ustedes en este post, y que está arrasando en internet. Técnicamente es un portento por combinar medios muy avanzados por ejemplo una cámara Casio EX-F1 a 300 fps y editado a 24 fps., estabilizando la cámara con un Steadicam Merlin, con otros tan convencionales como un monopatín. Lo interesante es que este autor realiza fotografías seguidas para luego montarlas y filtrarlas dando como resultado un juego de velocidades y calidades realmente curiosas e impactantes

Sahuc ralentiza la imagen que toma aplicando la técnica de Slow motion haciendo más evidente la loca velocidad a la que giran las ciudades y sus habitantes de hoy en día, y de entre ellas, y sobre todo, la ciudad que nunca duerme. En cierto modo se ríe de nuestro modo de vivir, congelando nuestros desmedidos movimientos cruzando una calle, leyendo un periódico o paseando al perro. El fotógrafo se transforma en antropólogo y va más alla del registro fiel de una imagen para agregar su interpretación personal a velocida de monopatín.

Además a este fotógrafo le acompaña una destacada capacidad para acompañar sus trabajo de la música adecuada. Aquella que complementa con mensajes sonoros los que están viendo nuestros ojos y que no puede decirse con imágenes, tan sólo sugerirnos sensaciones. Esto exactamente es lo que ocurre con otro de los vídeos suyos que puede encontrarse en la red sobre Almería para el que ha elegido el tema The Host Of Seraphim del siempre impactante grupo Dead Can Dance.



jueves, 29 de enero de 2009

Pensamiento mágico.



Observo con cierto estupor una nueva publicidad que ha puesto en marcha Toyota para anunciar su nuevo modelo de coche Avensis. Se le lanza al ciudadano una pregunta aparentemente inocente "¿Eres uno más?". Pero cuando se demenuza un poco la intención con la que está formulada, las cosas ya no son ni tan inocentes ni tan triviales.

Evidentemente lo que espera que responda el que ve el anuncio es: "No, no soy uno más". Y ahí es donde se activa la trampa subliminal. Muy bien, parecen querernos decir, si no quieres ser uno más, lo que tienes que hacer es comprarte un Avensis, porque ESO, justamente ESO es lo que va hacerte diferente del resto. Es decir el coche contiene de forma inmanente las propiedades para cambiarte. No lo que tú hagas, digas, o pienses, no. Es la cosa la que te transforma por arte de magia en un ser distinto a los demás (y por tanto mejor). Ese es el mensaje que está encerrado en las tripas del anuncio porque habría otras posibilidades, por ejemplo que ser diferente fuera socialmente considerado como algo malo o peor (algo que ocurre también en otros muchos casos), en cuyo caso el reclamo no funcionaría.

Así que fijense en la cantidad de pasos que se están dando dentro de un mensaje sin que apenas nos demos cuenta porque, en suma, parte de una "inofensiva" publicidad que encontramos el cualquier valla publicitaria de nuestra ciudad: lo diferente es sinónimo de ser mejor, mejor que los demás, porque sólo los que son los mejores tienen la capacidad de darse cuenta de que este coche va a hacerlos todavía mejores que el resto. Y no dudo de la excelente calidad del producto, pero entre dar a conocer eso, que es muy legítimo, y lanzar un mensaje tan perverso hay un mundo, que quieren que les diga.

Esta sociedad se parece cada vez más a aquellas otras del pasado que se basaban en un pensamiento mágico, esto es que atribuían cualidades misteriosas a objetos (una piedra, una fuente, una montaña, un muro, un animal) desde los que emanaba un poder inexplicable para el común de los mortales y que permitía a los oráculos avanzar el futuro, a los generales ganar batallas y a los reyes conquistar territorios y cuidar de su pueblo. Ahora que tenemos las universidades y la teoría de la relatividad, los quásares y el ADN, internet y el Hubble, seguimos comprando cohes y "motos" para poder creernos superiores sabiéndo, de antemano, que no lo hemos podido ser por nuestros propios medios.

martes, 27 de enero de 2009

Colosal hallazgo


Lo recuerdo muy bien. Un profesor de mi instituto al llegar a esta obra nos dijo que se trataba de un cuadro "que se atribuía a Goya" pero que no era seguro. ¿Cómo? ¿Un cuadro cuya autoría no era segura? Era la primera vez que me pasaba. Hasta ese momento todo había encajado, todos los estilos y obras que habíamos visto a lo largo del curso tenían su correspondiente autor, con nombres y apellidos. Y creía que no podía darse este caso: todos los cuadros "debían tener" su artista de la misma manera que todos los libros "debían tener" su autor (en ese momento no recordaba el Lazarillo de Tormes o el Cantar del Mio Cid), de la misma manera que todas las clases contaban con un profesor tutor responsable.
Era la primera vez que se me hacía evidente, así, a las bravas, que lo que ponía en los libros, en aquel caso los libros más proximos de los que disponía, los de texto, no contenían TODO el conocimiento sobre algo sino tan sólo una parte del mismo, por tanto existían limites en los que se evidenciaba que había cosas que nadie sabía TODAVÍA. No oculto que este descubrimiento supuso en mi al principio cierta decepción en lo que de "verdad revelada" tenían todos esos libros iniciáticos (incluyendo el ritual anual de "vestirlos" de largo con sus forros plastificados para protegerlos, parece que estoy oliéndolos). Más tarde todo cambió porque fue precisamente esa indeterminación que encontré en aquel cuadro la que me permitió reparar en que estaba al principio de un camino, y que este escondía un continuo de descubrimientos a cual más gozoso. ¡Colosal hallazgo! Tan sólo tenía que extender un brazo y coger más libros, y deambular por ellos libremente, sin más límite que mi propia curiosidad.
Estos días al leer la noticia de que El Prado ha demostrado la no autoría de Goya de "El Coloso" he recordado ese momento mágico de mi formación, todo un fogonazo. Manuela Mena, jefa de Conservación de Pintura del siglo XVIII y Goya, ha realizado un extraordinario estudio que puede consultarse en http://www.museodelprado.es/pagina-principal/investigacion/restauracion-y-estudios/el-coloso-y-su-atribucion-a-goya/ donde se realiza un minucioso análisis de documentación y bibliografía desde el momento en que el cuadro llegó al Prado en 1931 hasta sus características técnicas, con la incorporación de los análisis del laboratorio, y su estilo, composición y significado, comparándolo con obras seguras de Goya. Lo curioso es que se baraja como posible autor la figura de un pintor valenciano de finales del siglo XVIII, Asensio Juliá, ayudante principal del taller de Goya, aunque las pruebas al respecto no son concluyentes (se habla de unas inciales A. J. en una esquina del cuadro).
Lo que sí parece seguro es que los "errores" e imperfecciones detectados en el lienzo han apeado al genio de Fuendetodos de la autoría; un uso menos magistral de la natomía humana, de los animales, así como de la perspectiva, los hasta tres intentos empleador por el autor en elaborar la obra, algo impensable en Goya... Una lástima porque todavía recuerdo la interpretación que desarrollaba aquel profesor de una forma tan convicente: el gigante representaba a la guerra, pero también a la ignorancia, al abuso de poder, a la sinrazón del ser humano frente a todo lo cual él mismo huía en desbandada. Huían todos menos uno. Era la anécdota de la obra, tan sólo un burro blanco que ocupa el centro de la escena permanecía quieto y corajudo ajeno a todo lo que está pasando a su alrededor. Los peores, parecía venir a decir el artista, son los que siempre quedan. Hoy en medio de la gran debacle económica que nos ocupa este cuadro parece tener más vigencia que nunca, aunque finalmente no fuera Goya quien lo creara hace ahora justamente 200 años.

domingo, 25 de enero de 2009

Tocqueville en el asiento de atrás.
















"La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo."
Abraham Lincoln

Comparen estas dos fotos. Entre ellas han pasado exactamente 50 añ0s. Las dos ocurren en los Estados Unidos, la que está en blanco y negro en New Orleans, la que está en color en Washington. Cuando Robert Frank tomó la fotografía del troley faltaban dos años para que naciera Obama. Es posible que algunos de personajes que se asomaban a las ventanillas estén vivos hoy en día (sobre todo los niños) y por tanto hayan podido presenciar la ceremonia de investidura del 44 Presidente de los Estados Unidos; Barack Hussein Obama, un miembro de una comunidad racial de la que algunos de sus representantes también aparecían sentados en los asientos de detrás del autobús (como obligaban las leyes de la época) mirando a la cámara curiósamente.

Que en 50 años (más o menos dos generaciones) las leyes que prohibían expresamente a los negros el acceso a lugares públicos en condiciones de igualdad respecto a los blancos, se hayan trasnformado de tal forma que el que ahora va a poner en marcha las leyes que van a regir los destinos de todo el páis, sea negro, dice mucho de ese país y de su capacidad de transformarse de manera profunda y pacífica. No deja de dar cierta envidia esa salud democrática que permite hacer posible lo que tan solo hace medio siglo era ya no sólo inviable sino impensable. Y sin embargo...

Tras todo ésto naturlamente hay una sociedad civil de unas determinadas características cada uno de cuyos miembros creen precisamente en eso, en que todo es posible, en que un senador con poca experienia por el estado de Illinois, un chico que hizo un buen discurso en la Convención demócrata de la nominación de John Kerry, utilizando exclusivamente internet, y su talento como organizador y comunicador, puede llegar tan lejos como quiera, tan lejos como la presidencia del país. Estoy seguro que Obama es puro reflejo del americano medio que asume esta cultura hasta las cachas. Es un espejo, un crisol en el que se reconocen millones de personas, y por tanto se identifican con lo que él "es" y con lo que dice. Un humus vital plagado de guiños en el que un gran número de electores se han visto reflejados en un momento preciso de su periplo vital, de sus biografías. Sintetizar algo así en un personaje público es lo difícil. Que coincidan en el tiempo y en el espacio la figura carismática y el poso social que demanda nuevos tiempos, es lo extraordinario. Es lo que ocurrió el 4 de noviembre del año pasado cuando Obama recibió 69,456,897 de votos.


jueves, 22 de enero de 2009

Tañidos de campana.







Para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, es difícil concebirlo pero vale la pena hacer el esfuerzo. Imaginemos un mundo en el que existe el silencio total, un silencio ni siquiera interrumpido por un ladrido, por el viento o por el trinar de los pájaros. Y un mundo donde existía la oscuridad, la oscuridad absoluta, póbremente neutralizada por los destellos de algún fuego en el hogar de cada casa. Silencio total y oscuridad absoluta; mezcla explosiva.

En medio de ese escenario el único sonido verdaderamente comunitario era el de la campana. Por varias razones. Con el toque de campana arrancaba y acababa la jornada de trabajo, por supuesto era el "reloj sonoro" de la cultura medieval occidental. Pero también se constituía en el aviso acústico de las principales etapas en la vida de cualquiera: su nacimiento, su matrimonio, el bautizo de sus hijos, y por fin, su muerte. Nada hay más hondo y estremecedor que un dilatado toque de difuntos al atardecer.

El tañido de la campana era además un seguro de vida para la comunidad: escucharla a una determinada velocidad era sinónimo de peligro próximo frente al que había que reaccionar rápidamente. O una forma de movilizar al grupo para ayudar a alguno de sus miembros que se había accidentado o se encontraba enfermo. Una auténtica cadena de solidaridad basada en el sonido y que llegaba todo lo que de sí daba el radio de acción del mismo (que normalmente era mucho ya que la fuente del mismo se situaba en un alto edificio o campanario).

Y, por supuesto, era instrumento de expresión de júbilo y consideración ante la llegada de personalides, de Príncipes o cuando el poblado vivía un momento importante de su historia (por ejemplo la concesión por parte del Rey de las cartas pueblas que la constituían en villa), o ante la inminente visita de un predicador o una reliquia. También en el día grande de semana, el domingo.

Así que la próxima vez que vea una campana pensaré que estoy ante algo que ha regulado el tiempo de millones de personas durante siglos, que ha salvado a otros tantos, que ha sido testigo y ha avisado de innumerables nacimientos y muertes, y que lo ha hecho sin fallar un sólo día de un solo mes de un solo año de un sólo siglo, generación tras generación. ¿Qué reloj atómico podría vanagloriarse de conseguir algo parecido?

For sentimental reasons.


De un tiempo a esta parte observo como el discurso político se desliza por doquier por una peligrosa pendiente; la de la sentimentalización de la política.
El político en general apela a nuestros sentimientos (no a nuestra razón, a nuestro raciocinio, incluso a nuestro sentido común) cuando no a nuestros instintos (más bajos): el miedo, la venganza, o en positivo, la ilusión, el amor, la felicidad total de la Humanidad entera.
En mi opinión el buenismo político asentado en la sentimentalización de los discursos tan de moda en nuestro tiempo encierra no pocos peligros y efectos verdaderamente perniciosos para el ciudadano responsable y que se quiere libre. Hablaré en esta ocasión vez sólo de dos de ellos: nos convierte en niños caprichosos e irresponsables, y nos incapacita para contrastar racionalmente lo que el político dice y lo que finlamente hace.
Cuando se habla es en términos de sentimientos sobre algo que tiene que ver con formas de gestionar el poder, con toma de decisiones difíciles para preservar el interés general, con fórmulas para resolver problemas acuciantes, algo falla. No concebiríamos por ejemplo que para resolver un problema matemático las premisas de las que partiésemos fueran el buen o mal humor del que ha puesto el problema o aspectos como su ternura, humanidad o solidaridad. Somo niños a los que se intenta contentar siempre, a los que se teme que se encabriten pagándolo en las urnas. Si no me das lo que quiero, aquí, ahora, ya, me enfado y me voy ¡ala!, y no te voto. Todo sea pues por engatusar al niño, por mantenerlo contento aunque sea inflando sin límite su ego, diciéndole que es el mejor del mundo, que nadie tiene su sonrisa, su corazón, su generosidad, mientras éste se va transformando a nuestros ojos en un pequeño tirano.
El segundo efecto letal que conlleva este proceso que por cierto parece imparable es la imposibilidad por parte del ciudadano de aplicar cierta racionalidad al discurso político. Algo tan sencillo como confrontar lo dicho con lo hecho se hace inviable desde el momento en que en general se supone que éste no es un terreno sobre el que se tenga que verificar nada porque es un todo a cien donde nos proveemos a placer según lo deseemos, ya que lo obtenemos sin esfuerzo alguno, graciosamente y por añadidura. La política deja de ser el terreno en el que decido en función de un criterio previo que he obtenido con no poco esfuerzo: formándome, estudiando, hablando con cientos, miles de personas, informándome contínuamente a partir de fuentes fiables, ejerciendo la crítica, no dejándome llevar, en suma, por lo que me pide el cuerpo, el estómago o la bilis. Y eso no se improvisa de ninguna manera. Todo eso cuesta, cuesta tiempo, esfuerzo y hasta dinero, pero sin ello cedemos gravemente nuestro derecho a elegir y por tanto a ser libres. La libertad, en contra de lo que mucha gente cree, no es nada cómoda sobre todo para el que tiene que ejercerla, todavía más para el que ha de respetarla sin querer hacerlo.
Lo más preocupante es observar como esta disyuntiva se va desdibujando a marchas forzadas entre la gente hasta el punto de que, contar con esa iniciativa de mantener un critero propio desde la que poder discernir, suele acarrearte un montón de problemas, incomprensiones por parte de quienes se divierten empleando su corazón ya que éste posee razones que la razón ignora. Pero ¿A qué precio?

sábado, 17 de enero de 2009

Yo lo vi primero.


A vueltas con el tema de la imagen del que hablábamos en el post "La imagen total", esta vez por una razón diferente. La inmediatez de medios como Twitter están poniendo en jaque a los medios de comunicación convencionales.
Observen la foto de la izquierda. Se trata de una imagen tomada hace no mucho por Janis Krums y publicada en Twitter, quien estuvo en el momento correcto oportuno subido en el ferry que se acercó al avión accidentado en el Río Hudson (New York) para ayudar en el rescate de sus pasajeros y que publicó de forma inmediata usando Twitpic desde su iphone.
Es la foto de un acontecimiento que podría haber sido trágico y cuya representación del mismo no nos ha llegado a través de ninguna imagen capturada por el Washington Post o el Herald Tribune, ni por ninguna agencia de noticias que haya enviado precipitadamente al lugar del suceso algún reportero gráfico para cubrir la noticia. Literalmente se les han adelantado. Les han fastidiado la exclusiva. ¿Se dan cuenta de lo que encierra esta inocente imagen?
Piensen qué cosas de su alrededor más próximo o alejado pueden escapar del escrutador y omnisciente ojo mediático. La respuesta es nada. Porque se ha conseguido la retransmisión de lo que pasa en el mundo, de "todo" lo que pasa en él en tiempo real y a casi toda la población. Es un mera cuestión de velocidad de acceso a través de la imagen de lo ocurrido.
Sin embargo cuando el ciudadano de a pieCursiva cuenta con una tecnología que le permite conseguir esa imagen y sobre todo hacerla llegar a una red a la que tienen acceso inmediato millones de usuarios, todo cambia. Ya no hay un interés que preservar de una empresa determinada, no hay consignas, no hay línea editorial que valga. La imagen que se obtiene no responde a nada excepto al interés del propio individuo que está ahí para registrarla y enviarla a una multitud con sólo hacer un click (incluyendo a los redactores jefes de los principales periódicos y a los directores de la cadenas de referencia del mundo que tendrán que acudir a Twitter para poder contar la noticia, ya no como estos querrían contarla sino como otro, alguien anónimo, les ha hecho contarla). El avión no podrá ser amarillo, no podrán haber vícitmas mortales, ni habrá sido todo resultado de un fatal atentado terrorista. Tampoco podra el avión pertenecer a la British Airways porque la foto indica lo contrario.
¿Soy un ingenuo patológico por confiar en la la tecnología para recuperar la veracidad?

jueves, 15 de enero de 2009

Las 100 primeras.






Hace más o menos un mes que empecé a escribir en este blog. Y hoy ha entrado en él para leerlo la persona número 100. No está mal. Una pequeña gota en la inmensidad oceánica de internet (hay blogs que cuentan con millones de fiueles lectores diarios) pero al menos para mi es motivo de celebración. Es un momento que tiene mucho de rito entre los bloggers de esta nueva patria llamada internet. Celebrar la entrada cien, mil, cien mil es un clásico. Y son un poco como el dinero, lo que cuesta es hacer el primer millón, después todo viene por añadidura.


Imagino el esfuerzo que me habría tenido que invertir en redactar 100 copias de cada uno de los post que he escrito y en enviarlas c ada vez a 100 personas anónimas para que pudieran leerlas o no, y la verdad es que no hay color. Impresiona saber que te has cruzado azarosamente y por medio del lenguaje con alguien de Canada, de México o de Filipinas al que nunca conoceré (por lo menos en persona). Sigue fascinándome la metáfora de la botella con el mensaje que se tira al mar. Qué pensarán de mi esas personas. Cómo he pasado a fomar parte de sus vidas sin saber nada absolutamente de ellas. No deja de resultar un tanto enigmático.


Eso sí una petición para antiguos y nuevos lectores que vengan: por favor invadan mi texto, transfórmenlo para hacerlo realmente suyo, opinen sobre él, destrípenlo, apliquen el bisturí sin piedad. Sé que se requiere un poco de tiempo y ganas, pero si no lo hacen el círculo jamás se cerrará. Prolóngenlo, profánenlo a placer, piérdanle el respeto (dentro de un orden claro) porque una de las maravillas que encierra la web 2.0 es justamente el poder hacer y rehacer sin fin, una y otra vez, un contenido a través de una autoría coral .


Como mandan los cánones blogeros pues prometo solemnemente celebrar con ustedes la entrada número mil y el post número quinientos. Así sea.

miércoles, 14 de enero de 2009

Hacia la imagen total.


La concepción que tiene el ser humano de la imagen se está transformando a marchas forzadas. Casi en cuestión de días. Estamos ante los albores de una verdadera imagen total, esto es, con un click y en tiempo real pueden conseguirse imágenes de todo el mundo, de casi cualquier momento del pasado del ser humano y con una grado de resolución cercano a la microscopía o al telescopio. ¿Existe algo más parecido a jugar a ser Dios?
A lo largo de estos días he leído algunas noticias relacionadas con todo esto que tienen como denominador común la revolucionaria Google que está poniendo patas arriba los fundamentos de la cultura occidental, en este caso la forma en que miramos lo que nos rodea.
La primera noticia es un verdadero acontecimiento. La mítica revista TIME abre sus archivos fotográficos a internet. Dos siglos retratados en maravillosas instantáneas donde hay absolutamente de todo; política, deporte, guerra, pobreza, conquista, fanatismo, sueños, libertad encarnados en sus correspondientes ídolos, personajes, figuras del momento. De la Reina Victoria a Emil Zatopek, de J. F. Kennedy a Picasso, de Andy Warhol a Rainiero, del Pato Donald a Cassius Clay. Un verdadero viaje por el tiempo con una potencia expresiva sin par gracias al trabajo de algunos de los mejores fotógrafos de todos los tiempos que trabajaron para la revista. Y todo tan fácil como pinchar en http://images.google.com/hosted/life y empezar a navegar a placer. Pero hay más. Si lo que nos apetece es viajar a la Roma Imperial o a la Florencia renacentista las maravillosas reconstrucciones hechas por Google vuelven a ser la respuesta.
No sólo podemos viajar en el tiempo. También podemos hacerlo por el espacio. Por la Tierra y más allá de ella. Google ha adquirido hace no mucho tiempo la empresa Panoramio (creada por cierto por dos valencianos) que tiene su origen en una idea muy sencilla; compartir fotos de todo el mundo (literalmente), y que las fotos más vistas y mejor valoradas tengan una cierta preeminencia respecto a las demás, todo ello como sus creadores no se cansan de advertir "aprendiendo del usuario" que es el que manda. Dicho y hecho. Pinchar en http://www.panoramio.com/map/ es recorrer el mundo -de Efeso al Cañón del Colorado, de Tel Avivi a la Martinica, los seis continentes (también hay imágenes de la Antártida)- en un parpadeo. Pero cuidado no se trata de un retrato global del mundo hecho por un autor, por una institución o por un satélite. Es un mapeo hecho por 40 millones de ususarios (y aumentando) con "su" forma del ver el mundo, las calles de su ciudad, los valles de su país, los monumentos que hemos visto una y mil veces en enciclopedias y postales, lo cual lo hace evidentemente mucho más interesante. El momento que vivimos me recuerda mucho al que se vivió en Europa a finales del XIX con la invención del cine. La tecnología cambia nuestra forma de percibir la realidad y por tanto la concepción misma que tenemos de ella.
Hacía atrás, hacia fuera, hacia dentro, muy hacia dentro y hacia arriba, muy hacia arriba (lo micro y lo macro). Google Earth ha incluido recientemente entre sus posibilidades poder bucear en una obra maestra de la pintura hasta un nivel de detalle inimaginable hasta ahora gracias a la resolución que han sido capaces de alcanzar.
Cuando miro Las Meninas y soy capaz de ver una pulga alojada entre los pelos de la pata derecha del perro adormilado del cuadro o una mota de polvo sobre el espejo del fondo de la habitación con el reflejo de los rostros de los reyes, definitivamente mi visión del cuadro cambia y mi concepción de la pintura de Velázquez, también. Leía unas declaraciones de Zugaza, el director del Museo del Prado, reconociendo el interés de la iniciativa (una operación de márketing perfecta por otro lado) aunque poniéndole cierta sordina a su potencial. El alma de ver el cuadro en vivo y en directo -venía a decir- no puede ser suplantada por una mirada virtual aunque ésta sea tan exhaustiva como la que nos ocupa. No acabo de tenerlo claro. Al fin y al cabo Google ha hecho con el pintor lo que que éste hizo antes con la familia de Felipe IV. Una broma, una ironía genial basada en el dominio de una técnica única como era la que él poseía con su don para el retrato. Fijó la imagen del poder repensando a la vez la imagen del mismo. Ahora es el pixel el que sustituye al trazo y la lente de aumento la que se coloca en el lugar del empaste. El juego, y los de Google creo que lo han sabido captar perfectamente, debe continuar...
Y de Las Meninas a la constelación de Orión o a Alpha Centauri porque las imágenes continúan sucediéndose en las largas, largísimas distancias de los millones y millones de años-luz que tampoco quedan fuera del foco. Imágenes de una nitidez soprendente, que observas como si estuvieses instalado en uno de los telescopios de referencia. Y desde lo más lejano retorno al principio de todo, a las largas, largísimas noches de Altamira en las que los primeros seres humanos tratando de fijar una imagen poderosa que trataban de conjurar, la del bisonte a batir, en el tiempo y para siempre a la luz de un chisporroteante fuego. Un fuego que proyectaba inquietantes sombras sobre la caverna. Mientras Platón comenzaba a mirar de reojo en la lejanía.

martes, 13 de enero de 2009

Re(v/b)elando al personaje.










Agrego este post saliendo al paso de mi propio pasado. Lo que pude ser y finalmente no fui. Me topé ese pasado ayer mismo, de repente, en la presentación de un libro en el que oficiaban como presentadores de la autora y de la obra antiguos profesores míos de carrera. Un reencuentro con mi pasado tomando como escusa una obra sobre el pasado, el pasado de una mujer, Inés Joyes, excepcionalmente normal, normalmente excepcional. Y es desde ese triple encuentro -el mío con mi pasado, el mío con el pasado y el mío con el personaje que me habla, me interpela a mi, directamente, desde ese pasado reconstruido en la obra presentada, desde el que escribo este post.



Estos días estoy leyendo un par de biografías (género desgraciadamente no demasiado cultivado por nuestros predios) simplemente excepcionales y cuya lectura recomiendo a todos muy vivamente. Una de ellas es la escrita por la historiadora Isabel Burdiel sobre Isabel II publicada por Espasa Calpe, la otra escrita por Mónica Bolufer sobre Inés Joyes, una burguesa de origen irlandes del siglo XVIII, autora de un importante texto vindicativo sobre la mujer, que lleva por título La vida y la escritura en el siglo XVIII y que ha publicado el Servei de Publicacions de la Universitat de València. Y son excepcionales por varias razones. En primer lugar por la extraordinaria calidad de su escritura. Son libros bien escritos, con un dominio del lenguaje poco común, bien construidos desde el punto de vista gramatical, de estilo, sin erratas (sí, sí la errata es mucho más habitual en el mundo editorial español de lo que nos creemos). Además, emplean el género para adentrarse de una forma diferente en la recontrucción del contexto pasado sobre el que se inscribe la trayectoria del personaje central del que hablan en su libro ambas autoras.


Estas dos biografías son dos excelentes ejemplos de divulgación de la historia, no sólo de libro de historia. Me explico. El libro de historia parece tener per se un plus de "permisividad" por parte del lector que no se aplica en el caso de un libro de Física, de Geología o de Ingeniería Hidráulica. Dado que se asume el a priori según el cual la historia interesa a todo el mundo y por tanto "puede" llegar a todo el mundo por contar con un público lector potencial inmenso, el autor o autora puede permitirse el lujo de no ser atractivo, de no ser inteligible, de no ser competente en las técnicas o en la metodología que emplea etc... Aspectos que en otras disciplinas (al no contar con ese a priori) sencillamente son impensables. Tanto Burdiel y Bolufer se olvidan de todo esto y llevan a cabo su trabajo teniendo muy presente quien las va a leer sin perderlo de vista un solo momento y desplegando desde ahí todo su buen oficio (que por cierto es mucho). De esa manera leer la historia que ellas escriben es una verdadera delicia. Como lector pues les agradezco extrarodinariamente esa deferencia que las autoras han tenido con alguien limitado como yo, y no es una falsa modestia.


Pero además leer estas dos biografías es algo más que disfrutar, obtener placer de algo que está bien hecho desde su misma trabazón interior y concepción. Es, también, pensar, analizar, iniciarte, de la mano de sus autoras, en una serie de estímulos intelectuales de los que elegiría tres por puro egoismo (interés) personal, ya que afetan más directamente a mi vida en estos momentos. Es sospechar de lo que parece obvio y de lo que "circula" por ahí como lo "normal".


El primero es el dilema que observamos en ambos personajes (uno evidentemente con una proyección pública mayor que el otro) entre libertad y necesidad. Esto es, la tensión permanente entre el contexto que les toca vivir y les obliga a hacer y lo que al mismo tiempo ese contexto les permite hacer. Son dos caras de una misma moneda. Reconstruir este sutil hilo no es anda fácil. Las autoras lo han conseguido plenamente. En los mecanismos de dominación y de sumisión de cada época se encuentran simultáneamente las vías para neutralizarlos, o, al menos, derivarlos en un sentido no tan contrario a los intereses del sujeto. Rebelar al personaje.


El segundo es la naturaleza velada de la figura que trata de reconstruirse, algo que se observa más claramente para el caso de Inés Joyés. Si se tiene el talento y el olfato suficiente indagar y escrutar inteligentemente en el pasado a un "tipo normal" puede depararnos muchas sorpresas. Las trazas, las huellas que nos han quedado del mismo permiten aproximarse a esas sombras, a ese rumor lejano e indirecto que nos llega hoy desde las fuentes (unas fuentes además no especialmente "jugosas" surgidas de la privacidad de Joyes). Todo esto no vienen más que a corroborar la intuición de que no hay nada más anómalo que lo habitual, y que tras la capa de cotidianeidad se esconde el imperio de lo único e irrepetible. Un tipo normal como yo, como el vecino de enfrente, como la señora que hace footing por las mañanas o nuestro quiosquero, esconden la insondable profundidad de lo individual bajo el maquillaje de la normalidad. Irreductible, inhasible desde un determinada disciplina de conocimiento (quizá sólo desde la literatura). Revelar al personaje. Pero revelarlo siempre de forma limitada y parcial, y además reconocerlo, reconocerlo públicamente ante el lector sin por ello perder en rigor ni en solvencia.


Justamente este es el tercer y ultimo aspecto que quería plantear. Hablamos de profesionales que han dedicado muchos años y mucho esfuerzo en reconstruir a sus biografiadas, y que, sin embargo, se declaran abiertamente incapaces de dar respuesta a determinadas preguntas que se van formulando a lo largo del texto. Y no lo esconden. El efecto conseguido gracias a ese ejercicio de honestidad intelectual es justamente el contrario del que pudiera esperarse: la verosimilitud y el rigor del trabajo ganan enteros. Reconocer los límites sitúa al que lo hace en una posición distinta del que falsamente nos quiere hacer pasar la mercancia averiada de la omnisciencia de la disciplina o del autor. Lo que tenemos pues entre manos no es a la Isabel II o a la Inés Joyés definitiva (como algunas otras biografías se ufanan en anunciar en sus solapas para obtener un mayor número de ventas). Tenemos un personaje posible de entre otros muchos, y debemos ser conscientes de ello. Sin trampa ni cartón. Tras cerrar el libro, el trabajo realizado continúa vigente entre nosotros porque se nos da la oportunidad de seguir, de elegir, de continuar donde se dejó por parte de voces más autorizadas que la nuestra. Por tanto el autor no muere ni mucho menos pero tampoco tiene la última palabra.


Los personajes redondos están artificialmente deformados, distorsionados. Y lo son no por el efecto inevitable del paso del tiempo sino por la vanidad de quien los deforma, una vanidad que en el fondo encierra, esta vez sí, una limitación clara de quien la practica. El autor deformado por el personaje. El personaje rebelándose ante su autor y ante los demás porque lo que realmente quiere el primero es revelarse ante todos ellos.

domingo, 11 de enero de 2009

Más es menos.






A beneficio de saldo:
Subir la voz creyendo que así se te escucharán mejor. Un golpe de erudición sobre algo que todo el mundo había entendido desde un principio. Continuar golpeando la cabeza de un clavo cuando este se ha hundido ya en la madera. Creer que controlas tu día con agendas y números de teléfono. Optar por un chiste hiriente en lugar de por un chiste. Pagar por un plato que no se prueba, tan sólo se ve. Más es menos.
Repartir tres tarjetas de visita antes de hablar. Un día de Reyes en el que quedan mucho regalos por abrir. El estilo Luis XV. Un trastero vacío. Un coche aparcado en un garaje porque el dueño no tiene dinero para gasolina. Dejar de acudir a una cita para acudir a otra sin excusar tu ausencia de la primera. Una ciudad con mil bombillas más de las necesarias. Un estuche con dos gomas de borrar. Más es menos.
Escribir una página más de los necesario. Terminar el primero una cosa. Beber sin ton ni son. Prolongar las horas de sueño como si se tratara de una goma infinita. Repasar un botón a punto de caerse hasta pretender fijarlo como si se tratara de un fósil. Una inundación seguida de una sequía. Todos los libros que trituran como pasta de papel cada año la mayoría de las editoriales españolas. Una pluma estilográfica de 250.000 euros. Padres de familia, maridos, amantes que son sombras ridículas de lo que un día prometieron ser. Un convite en el que nadie puede hablar con nadie porque nadie se conoce. El tiempo y el espacio. La rueca que nunca para. Las rebajas travestidas de oportunidades. Más, casi siempre, es definitvamente menos.




sábado, 10 de enero de 2009

Menos es más.


A beneficio de inventario:
Un movimiento controlado del torso, minuciosamente articulado que afecta al sistema muscular en toda su extensión. Un movimiento de una pieza de ajedrez que desarbola en un segundo una meditada estrategia pergeñada durante horas. Un reflejo en un lago que concentra la inmensidad de una cima de 5.000 metros de altura próxima a él. Una carta de despedida que resume 20 años de relación. Un haiku japonés que resume toda la delicada belleza que esconce una cultura milenaria. Menos es más.
"No hables si lo que vas a decir no es más hermoso que el silencio". Una hoja otoñal que ofrece todo un bosque cobrizo atravesado por la luz menguante del atardecer. La densa y dolorosa espera de unos padres apostados a la entrada de un quirófano mientras operan a su hijo a vida o muerte, las palabras que salen de sus labios torpes e incapaces de expresar lo que sienten. Una ventana iluminada en mitad de la noche en el enjambre de rascacielos de la Gran Manzana. El diapasón que el gran Sviatoslav Richter hace vibrar antes de ensayar el que será su último concierto antes de abandonar la Unión Soviética. La semilla que se aloja torpemente en un surco labrado en esa parte del camino que queda al abrigo de las heladas mas duras. Menos es más.
Las cinco notas negras descendentes de la fuga nº 24 del Clave bien temperado de Juan Sebastian Bach. Este blog desde el que me lee gente que nunca conoceré ni sabré que me ha leído. Cualquiera de las secuencias de la película "Nueve vidas" en la que se narran pequeños momentos únicos en una sola secuencia que deben expresar el drama de una vida de la que apenas conocemos la punta del iceberg. El olor a café recién hecho preludio de un nuevo día virgen de sensaciones y momentos que se desperezan. El cuento más costo del mundo escrito por Agusto Monterroso "Y cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí". Un espermatozoide triunfantea que atraviesa la pared celular de un óvulo desprevenido. Un escolar que completa al fin con éxito y esfuerzo ímprobo la primera letra de su vida. Las manos de un anciano y sus ojos que condensan todo lo que ha hecho y ha sido. Casi siempre, menos es definitivamente más.

jueves, 8 de enero de 2009

Escrituras en peligro de extinción.










De repente, y de forma un tanto sobresaltada, reparo en que una de las técnicas o habilidades básicas para ser considerado socialmente un alfabeto y que aprendí trabajosamente en la escuela - escribir a mano - se ve amenzada por un mundo completo de tecnologías en el que la tecla le gana terreno claramente al lápiz o al bolígrafo. A estos últimos tan sólo les queda los reductos de la firma personal que auténtifica un documento (mirando de reojo a la firma digital que le sigue muy de cerca), cumplimentar algunos formularios (cada vez menos), hacer la quiniela o la bonolato (cada vez menos), tomar apuntes rápidos que tratan de capturar al vuelo un dato preciso y precioso que se nos escapa y necesitamos recordar y... poco más . Incierto futuro ara los péritos grafómanos, reliquias casi ya del pasado.

A modo casi de esquela y en un tono un tanto funerario, leo una noticia relacionada con esta pérdida progresiva pero inexorable: Miguel Vicente, un valenciano de 71 años cierra el negocio de reparación de estilográficas ubicado en la Calle Periodista Azzati tras casi 60 años de oficio. Un oficio aprendido directmanete de su padre y para el que no ha encontrado continuador. El de Miguel es casi el último taller de este tipo que queda prácticamente en España (en Barcelona y en Madrid aún puede encontrarse alguno) y con él muere toda una concepción de entender la escritura. Una escritura que comportaba tachar, borrar, corregir, dejar trazas en suma de tinta o grafito, que con los nuevos sistemas se convierten en un blanco frío, indefinido y neutro perpetuamente renovado en nuestras pantallas de ordenador. Borrón y línea nueva.

Pero otra noticia me devuelve la esperanza. Un joven físico también valenciano cuyo trabajo está siendo muy notorio en el MIT, Pablo Jarillo-Herrero ha descubierto un nanomaterial revolucionario, el grafeno, con propiedades asombrosas a la hora de transmitir energía (lo hace con una mayor eficiencia que otros materiales "3D") o información (al hacerlo empleando electrones). No sé si somos concientes de las dimensiones de las que estamos hablando. Se trata de tubos 10.000 veces más pequeños que un cabello cualquiera de nuestra cabeza. Estilográficas invisibles. Se piensa en él como candidato seguro a la hora de sustituir a medio plazo al silicio con el que están hecho la mayoría de nuestros ordenadores agobiandos por la inexorable Ley de Moore.

Y ¿saben ustedes de dónde sale el grafeno? pues del grafito, es decir de la mina de cualquiera de los lápices que tenemos en nuestra mesa de trabajo. Por tanto lo antiguo alumbra lo nuevo con una naturalidad pasmosa. ¡Y estaba ahí! Justo a nuestro lado, siguiendo una existencia humilde que pasa desapercibida. No ha hecho falta pues ir a Marte ni bajar a las Marianas para poder seguir escribiendo, para poder encontrar algo mejor, más rápido que nos permita seguir registrando nuestras palabras y pensamientos que se lleva el viento. Toda una lección que sin duda le debe hacer mucha gracia a gente como Miguel Vicente. Seguro que al conocerla sonreiría con ironía pensando "Si ya os lo decía yo".

De regalo les dejo el link con el vídeo de la reciente entrevista que le hacían recientemente a Pablo Jarillo en el programa Tecnópolis. Que lo disfruten.

http://blogtecnopolis.wordpress.com/

domingo, 4 de enero de 2009

Ciberresponsabilidad.


"La libertad no sólo significa que seamos libres para elegir; también significa que debemos aceptar las consecuencias de nuestra conducta." F. Hayek

"La libertad no es el poder de hacer lo que queremos, sino el derecho de ser capaces de hacer lo que debemos." Lord Acton


Crear este blog desde el que escribo habitualmente me costó cero euros y cinco minutos de mi tiempo. En otras partes del mundo hacer algo idéntico (en China, en Irán, en Cuba, en Riad) te puede costar la carcel, e incluso la vida. Un solo click para poder acceder en tiempo real y potencialmente a 7,7 millones de personas. Eso es la tecnología, la buena tecnología. Mínimo coste, máxima facilidad en el uso, máximas posibilidades.

Hablamos pues de algo muy serio. Algo que no se suele tomar en cuenta muy a menudo y que sin embargo es de capital importancia porque implica una cuestión de libertad pura y dura. A veces lo aparentemente más tribial, lo más inmediato y sencillo encierra un diferencial de tratamientos y consecuencias extraordinario.

Según las estadísticas cada día se crean en el mundo ¡700.000 blogs!, es decir más o menos uno cada segundo. Está lógicamente por ver la "vida media" de cada uno de ellos. Pero ya el hecho de que se creen, la posibilidad de poder hacerlo, es significativo. Gracias a blogs de todo el mundo se consiguió que las autoridades de Arabia Saudita cedieran levantaran el bloqueo que había ejercido sobre más de 400.000 webs poco afines. Y gracias a un servidor llamado anonymizer.com impulsado por la Electronic Frontier Foundation los kosovares pudieron emitir vía internet desde la B92, emisora yugoslava de oposición a Milosevic, algo que fue clave para que la comunidad internacional supiera que es lo que estaba pasando allí realmente. Algunos gobiernos le temen más a los blogs que a las urnas. Ojo, también Al-Qaeda ha aprendido la lección y domina el ciberterrorismo a escala global como herramienta de amedrentamiento civil. De los pedrastas no hace falta ni hablar.

Recientemente Javier Marías equiparaba internet y los blogs a una "...inmensa taberna que le hace tener a uno la sensación de vivir en una región ocultamente furibunda, en la que más vale no entrar, si es posible". Señalaba el déficit de calidad de contenidos y la vacuidad de lo que había encontrado, lo cual también es cierto, pero sólo en parte, depende de los blogs que en su ciberpaseo viera Marías. Hay periódicos míticos como el Washington Post, el Herald Tribune, o The Times que están sustituyendo a marchas forzadas sus fuentes de información tradicionales por la que les suministran determinados blogs de referencia que se han convertido en una especie de brújula de conocimiento en la economía, la política, el deporte o la cultura. Porque además buena parte de esa propia información ya se genera en la propia red y por tanto surge de la propia herramienta que sirve para hablar de sí misma (hay que analizar con calma por ejemplo la cibercampaña que ha hecho Obama cuyos resultados están ahí). Y esto es algo imparable.

Hacer sinónimo blog de calidad y libertad y no de trivialidad, zafiedad y cortedad de miras, depende pues de nosotros mismos, de lo que hagamos con esa herramienta cada día, en cada post. El potencial de comunicación será el mismo en ambos casos; inmenso, universal, algo que ocurre por primera vez en la historia, el resultado, algo completamente distinto. Estamos por tanto ante una cuestión de responsabilidad individual, más propiamente de ciberrresponsabilidad.

En ese sentido hago mías las recomendaciones que dan dos de los gurus de la blogosfera de mayor renombre, Tim O'Reilly y Jimmy Wales (éste último creador de la controvertida Wikipedia). Ellos hablan de un cierto código de conducta asumido por adhesión, de forma espontánea, sin necesidad de imponer sistemas regulatorios con poder coercitivo. Se trataría según dicho código de prescindir del insulto personal, la manipulación de fotografías, la amenaza, el libelo, la infracción en materia de derechos de autor, la responsabilidad de la autoría, el respeto a la confidencialidad y a la vida privada, en suma, no decir on-line nada que no diríamos en persona y de vivia voz. No todo vale (aunque algunos ppiensen lo contrario), tampoco en el gran bazar virtual de internet. Tampoco es necesario que venga alguien a decírnoslo o a recordárnoslo. Sobre todo si por hacerlo se le paga o por si por hacerlo nos multa.

sábado, 3 de enero de 2009

Una postal desde Zbaszyn.















Cuidado. Los objetos más cotidianos e inocentes pueden encerrar terribles historias. Una postal, un periódico, un billete de metro pueden ser el preludio del genocidio de todo un pueblo.

Un 26 de octubre de 1938 una atemorizada joven de 23 años escribe en la estación fronteriza polaca de Zbaszyn, sobre una maleta improvisada a manera de escritorio, una postal con un mensaje de auxilio "...Nadie nos dijo lo que ocurría, pero comprendimos que era el fin. No tenemos ni un céntimo, ¿Podrías enviarnos algo?". El destinatario de la misiva es su hermano Herschel, de 17 años, que reside en París iniciando su proceso de formación inmediatamente previo a su entrada en la prestigiosa Universidad de La Sorbonne. Pretende cursar estudios de Derecho sobre todo tras el amenzante provenir que dibuja el nacionalsocialismo rampante en el poder desde el 30 de enero de 1933. El joven no ha encajado en una capital que revienta por los cuatro costados y que prometía un sosiego que no ha llegado. Se trata de alguien inquieto por carácter, astuto, frío en el caso de que haga falta serlo, un tanto arrogante, con un profundo sentido del deber y el compromiso para con los suyos. El deber llevado hasta el extremo en la defensa de lo propio (quizá su familia, su identidad herida).

Berta y Herschel son hijos del matrimonio Grynszpan, un sólida pareja cuyos orígenes son los de una vieja dinastía industrial del Este de Europa, que lleva residiendo en Hannover desde hace 26 años. Llevan una semana viviendo en una estación desvencijada de provincias junto con 7.000 compatriotas que malviven esperando que el gobierno de Polonia autorice su acceso al país. Son las primeras víctimas de la orden dictada por Hitler el 18 de octubre por la que más de 12.000 judíos iban a ser expulsados de Alemania.

Días terribles en los que los Grynszpan malviven en uno de los establos que se ha habilitado provisionalmente para contener la marea humana que durante esos días anega distintas localidades fronterizas del este de Alemania. Fríos suelos de piedra, charcos cenagosos, nieve, privación, rumores, rostros sombríos empujados por la Gestapo...

En la postal que envía Berta a la desesperada se concentra uno de los momentos clave de la historia europea. En ella, por ella se desencadenarán una serie de acciones y acontecimientos que conducirían finalmente a uno de los progromos más virulentos e implacables de la historia contemporánea; la calificada por los propios protagonistas -un tanto irónicamente- como Kristallnacht, la noche de los cristales rotos, en la que murieron 91 judíos, se quemaron más de 1.000 sinagogas en toda Alemania y se encarcelaron 20.000 personas que fueron ingresadas en campos de concentración.

La postal la recibe Herschel el 3 de noviembre y desde ese momento entra en una espiral desesperada en la que se encadenan causas y efectos de forma fatal. Al día siguiente lee una noticia sobre las deportaciones que se estaban produciendo en unó de los periódicos yiddish que se editan en París. La noticia abundaba sobre detalles de todo tipo referidos al estado de confusión en el que se encontraban los deportados, algunos de los cuales habían llegado a extraviar la razón o a suicidarse. Dos días después, compra una pistola en el mercado negro y la carga con cinco balas. El día 7 viaja en metro a la embajada alemana. Su idea es matar al embajador. Al franquear la puerta le dice al portero que tiene unos importantes documentos que hacer llegar al embajador. Éste le acompaña al despacho del tercer secretario de la embajada, Ernst Vom Rath, a quien nada más ver le descerraja tres tiros. Vom Rath queda mal herido. Morirá poco después en una de las clínicas cercanas a la embajada donde lo han ingresado de urgencia, pese a los cuidados propiciados por el mismísimo médico personal del Fhürer que se ha desplazado hasta París por órdenes directas de Hitler.

¿Qué hubiera pasado si esa postal no hubiera llegado nunca? ¿O si se hubiese retrasado en la entrega hasta que Herschel iniciara su curso académico? ¿Si el reportaje sobre los judios de las fronteras no hubiera llegado a publicarse jamás por considerarlo excesivamente sensacionalista el redactor jefe de la revista? ¿Si Herschel no hubiera encontrado un vendedor de armas poco escrupuloso y dispuesto a ganar dinero fácil en el París canalla y desprecoupado -todo luz y todo sombra- de la preguerra? ¿Si hubiera acusado un resfriado provocado por la no muy cuidada alimentación en un otoño crudo? ¿Si el metro hubiera sufrido algún percance o una atractiva dama hubiera cautivado al apuesto joven? ¿Si los guardias apostados a la entrada de la embajada hubieran realizado más concienzudamente su trabajo? ¿Todo es azar? ¿Qué es lo que hilvana la aparente fluidez de un acontecimiento hasta darle una forma determinada y precisa, la forma que llega hasta nosotros en forma de dato, de fecha, de acontecimiento?

Cualquier cadena de hechos, hechos como los del malogrado Herschel, resulta muy sólida pero ampliada se deshilacha entre los dedos, se disuelve y dispersa en todas direcciones, incontenible con sus ondas expansivas que llegan hasta nosotros envueltas en el celofán de las crónicas y los libros de historia. Pasó lo que pasó, pero ¿Por qué? Solo quedan los objetos, testigos mudos de la atrocidad a la que es capaz de llegar el ser humano.

viernes, 2 de enero de 2009

Náufragos en la Corte.











Hablando de lugares "densos" desde el punto de vista creativo hay uno especial del que me gustaría hablar en este post; la Corte. Si en Geografía literariar relacionaba espacio y literatura, la Corte permite hacerlo con la música.

Intuyo todo lo que oculta la expresión "Músico de Corte" o, con menos vuelos, "Músico de Cámara", y un cierto escalofrío me recorre el cuerpo. A qué tipo de dificultades magníficas, además de las propias de su oficio, tenía que enfrentarse un músico que quería "hacer carrera" en la Corte (por aquella época -estoy hablando de los siglos XVI, XVII o XVIII-, ser músico era un oficio honorable, pero un oficio al fin y al cabo por el que se pagaba como el que paga por un par de zapatos o una pularda bien guisada) .

Me vienen a la memoria multitud de ejemplos que han acabado imponiéndose a golpe de genio pero que no lo tuvieron nada fácil siquiera para poder medio sobrevivir con cierto decoro. en un entorno de carroñeo incensante. Pienso en el magnífico Thomas Tallis perteneciente a la virulenta Corte de Enrique VIII, siempre atento a no ser considerado demadiado proclive al Papa, a no ser visto como demasiado luterano por otros, mientras rompía todos los moldes de la armonía del momento para crear algo único y singular. Recuerdo al "tridentino" Palestrina negándose en los últimos años de su vida a aceptar tras enviudar las órdenes sagradas que él mismo había solicitadopara poder casarse de nuevo, mientras creaba nada más y nada menos que la polifonía.Pienso en la música hecha persona, en Bach, en Mozart, en Salieri., en tantos y tantos. Hasta que Beethoven (rupturista también en eso) puso en su sitio a algún que otro noble de su propio estamento e incluso a algún plebeyo autocoronado Emperador cambiando la dedicatoria de una de sus más célebres obras, su 3ª Sinfonía. Es el gran reivindicador de la libertad y la dignidad del creador frente a todo, también frente al poder, lo cual obviamente le valdría no pocos disgustos y sinsabores.

Hasta ese momento el músico era un mero empleado al servicio del monarca quien disponía a placer y arbitrariamente de su talento. Cómo, cuando y cuanto quisiera del mismo. Un talento que se ponía a prueba en cada encargo, en cada ceremonia, en cada ocasión que su dignidad lo requería. En todas ellas el artista contenía la respiración observando cada músculo del rostro del soberano tratando de desentrañar la más leve expresión de aburrimiento, entusiasmo, disgusto o descontento que podía finiquitar una obra que había costado meses e incluso años. Luego estaban la camarilla, los arribistas, los que buscaban permanentemente el favor real encargados de cargar las tintas a favor o en contra, de indisponer, de enfrentar, de ningunear el trabajo de muchos de estos héroes anónimos, verdaderos náufragos en el festín que siempre era la Corte. ¿Cuántos sucumbieron? ¿Cuántos hemos podido conocer por muchos que se ahogaron en las águas profundas de Palacio? No deja de sorprender que hoy en día muchos autodenominados creradores sigan pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor.