sábado, 14 de febrero de 2009
Autorretrato de una cámara con paisaje ferroviario de fondo.
viernes, 13 de febrero de 2009
Retorno a la biblioteca.

En fin, pienso que el vientre de mi madre fue en realidad una biblioteca.
martes, 10 de febrero de 2009
Desde las vísceras.

Si quieres escuchar la tierra escucha a Camarón. Si quieres saber qué te dicen los muertos, cómo suena el aire, el agua, el Sol, la sal, los senderos milenarios, el polvo adherido a las pisadas del camino ponte "Canastera" a toda virolla y teletranspórtate.
Si quieres huir del mundo de simulacro en el que sueles desenvolverte enchúfate a "Como el agua" y déjate llevar. Al margen de su genialidad técnica la voz de Camarón es una voz de auténtico muecín, lleno de mapas, de pieles de leopardo, de sabana sofocante, de ira y de aceite. La complejidad de las canciones que interpretaba era tal que muy pocos se atrevían a ejecutarlas, y además lo hacía innovando porque para muchos Camarón sigue siendo un auténtico hereje del género porque lo reiventó desde dentro como un Picasso del flamenco.
Todo está en ese chorro inacabable que expresa como nada en este mundo el dolor, la rabia, el miedo, la pena, siempre la pena y el orgullo de haber nacido gitano, y de ser capaz de hacer algo que nadie más en el mundo es capaz de hacer. Cuando escuchas a Camarón todo se para, te engulle el agujero bestial, magnético que surca sus labios de nacar.
martes, 3 de febrero de 2009
Corazón de plástico.

El diseñador alemán Hans Beck, inventor y "padre" de los muñequitos de plástico Clicks de Playmobil, murió el pasado 30 de enero a los 79 años de edad. Beck ha vendido 2.200 millones de ejemplares desde que se inició su producción en serie en 1972. Falleció tras una larga enfermedad en su casa a orillas del lago de Constanza.
¿Cuántos niños que hoy tienen veinte, treinta e incluso cuareintaitantos le deben tardes y tardes de entreteniento en todo el mundo? Recuerdo perfectamente mis clicks a los que recogía cada vez que terminaba de jugar en su "casa", un cubo de Ariel vacío que me había forrado primorosamente con un papel de regalo de círculos amarillos sobre fondo azul.
Abrir ese cubo (parece que esté oliendo a cartón y al detergente cuyos restos habían quedado en el fondo del recipiente) era empezar a imaginar miles de historias en el lejano Oeste donde recreaba uno de los duelos decisivos del sheriff con uno de los cuatreros más peligrosos, en la ciudad donde unos heroicos bomberos salvaban a un montón de personas que saltaban al vacío huyendo de un fuego debastador, en el proceloso mar donde el navío de Su majestad resistía el embate de los piratas más sanguinarios del Caribe, o en un enigmático safari donde un valiente cazador se enfrentaba con éxito a peligrosos leones, a cebras y a letales tigres...
La genialidad de ese juego consistía en ofrecer un arranque material al niño sin limitar su libertad a la hora de desarrollar las historias que éste quisiera. La imaginación era el complemento indispensable del juguete, lo que de verdad lo hácía único porque se constituían como verdaderos personajes de una trama que tenía que aportar el que los utilizaba. Y ahí es donde residía la gracia del asunto. No en lo que era el muñequito sino en lo que se podía hacer con él.
Recuerdo que en mi cole había dos bandos "enfrentados" que encerraban dos filosofías completas e irreductibles entre sí: los "apóstoles" de los clicks por un lado frente a los fanáticos de los madelman que se las daban de rudos, fuertes, arriesgados, verdaderos tios, frente a los "delicados", timoratos y un tanto finolis seguidores de Playmobil, entre los que desde luego me incluía. Luego inventé una especie de "tercera vía" creando situaciones en las que cada "bando" podía mantener su rol pero compartiendo el hilo conductor de una trama común aceptada por todos. Finalmente David se imponía a Goliat que incluso acababa consentiendo en "portear" a varios de nuestros clicks que le hacían de consejero, guía o, como diríamos hoy en día, asesor. Desde ese día nos miraron de otra forma.
Sin darse cuenta y al unísono, el pasado 30 de enero hizo "click" el corazón de plástico de dos mil doscientos millones de niños grandes de todo el mundo.