jueves, 30 de octubre de 2008

Dos imágenes convergentes

El capitalismo estadounidenseOrson Welles, el genio que ideó el ataque marciano



En el trasiego cotidiano de consultas que hago a la prensa digital diaria, salen a mi encuentro (casi de forma intimidatoria) dos imágenes sintomáticas que escoden una misteriosa coherencia entre ellas a pesar de proceder de fuentes muy distintas. Retratan de una manera sutil un tiempo. Aquel que me ha tocado vivir, el mío, el propio. ¿Qué explica esa coincidencia? ¿Soy yo? ¿Qué pues? Qué extraño factor las ha hecho coincidir para mi de manera que se solapan, se complementan y enhebran en un mismo hilo argumental coincidente. Para que mi cerebro lo convierta en reflexión y lenguaje justo hoy, justo ahora. Intuyo que quizás tras este enigma resida la solución al acertijo de por qué estas imagen hacen que me sienta contemporáneo de ellas, que me identifique como parte de ellas.

La primera es una fotografía actual pero con una cursiosa apariencia de los años 50 o 60 del siglo pasado por sus evidentes tonos sepia. Muestra una cabalgata organizada con motivo del día de Acción de Gracias por los almacenes Macy´s, de la calle 34 de Manhattan para celebrar sus 150 años. Estos almacenes son un fragmento de la historia viva de Nueva York. Han sido escenario de películas, parada obligada para turistas y tienda de referencia para un buen número de neoyorquinos.
Un grupo de empleados disfrazados de Micky Mouse sostienen, mientras caminan, una inmensa figura-globo que reproduce el famoso ratón de Disney. Cada uno de ellos prende una cuerda desde la que lo sostiene para evitar que se suelte. Resume con fidelidad e ironía el momento actual. Nadie desea que el globo se desprenda y vuele libre. Todos quieren su parte, protegidos por sus simpáticas caretas. Tu el brazo, yo la esférica oreja derecha, aquel el enhiesto y gamberro hocico. Nadie abandona la marcha. Son muchos los espectadores que esperan ansiosos el paso de la comitiva tratando de tocar el inmenso bibelot. Porque ¿alguien puede imaginar qué ocurriría si se dejase escapar el inflable o se detuviese la marcha?

La segunda imagen es la de un joven Orson Welles en mangas de camisa, completamente metido en su papel y entregado, en los estudios de la CBS. Estaba interpretando el papel de su vida. Y él lo sabia.
Justamente ahora se cumplen 70 años de su célebre dramatización con la que logró instaurar la histeria en la sociedad estadounidense de la época. Se anticipaba por la vía del sarcasmo lo que sería la histeria de la Guerra Fría. Sesenta minutos en los que se recrearon la llegada de marcianos a Grover's Mill (Nueva Jersey) y la destrucción de ciudades, incineradas con rayos mortíferos, en su camino hacia la Gran Manzana (la misma que alberga la simpática galería de los almacenes Macy's). Una tarde de domingo previa a la noche de Halloween que provocó el terror de costa a costa, inundó de llamadas las comisarías de Policía e incluso provocó algún intento de suicidio.
La broma/simulacro de Welles, anticipada unas cuantas décadas respecto del momento presente, conserva intacto todo su potencial destructivo. Demostró sin necesidad de provocar "víctimas" que podíamos conseguir algo más real que la realidad misma gracias a unos altavoces de una extraordinaria potencia; hacer vivir y hacer morir, enriquecer y empobrecer, hacer soñar y pervivir. Conseguir que se mantenga lo prescindible y abandonar, en fin, lo sustantivo.

A poco menos de una semana de que se celebren las elecciones en Estados Unidos y también en un contexto de Halloween, observo el rostro entregado de Welles y recuerdo las frases con las que concluía el psicodrama que alborotó todo su patio nacional:
¿No hay nadie ahí? ¿No hay nadie ahí? ¿Nadie?". Para entonces, pocos seguían escuchando. El miedo brotaba a borbotones en la Arcadia feliz.